Krull

En 1983, cuando medio mundo vivía intoxicado por el genero de fantasía heroica, gracias a Conan, el Bárbaro, de John Millius, y las muy variadas y cutres versiones del héroe realizadas en Italia, el director británico Peter Yates se subió al carro con una producción a medio camino entre la comentada obra de Milius y la space opera de Star Wars.

También con algunas pinceladas de Furia de titanes estrenada dos años antes, Krull se convirtió años después de su estreno en una auténtica rareza, una obra de culto para los fans del fantástico que han amado la película desde siempre, más como respuesta de una visceral nostalgia que por sus más que dudosos atributos.

Uno de estos atributos, notables e imperecederos, es su banda sonora, realizada por el americano James Horner. Krull supone en la carrera de  Horner su obra más redonda en cuanto a temática épica, representando la perfección de un estilo (muy deudor de El Anillo del Nibelungo, de Richard Wagner, como es el caso de un buen puñado de bandas sonoras de esta temática) que se fraguó con la producción de Roger Corman Los Siete Magníficos del Espacio (Battle Beyond the Stars, 1980).

Sinfónica, fanfárrica, con una titánica hegemonía de los metales y con bellas secciones donde las cuerdas desarrollan una arrebatadora carga melódica que aligera al conjunto de cierta excesividad, Krull contiene uno de los temas principales más largos que se recuerdan en una banda sonora.

Nunca el compositor ha conseguido llegar a la perfección sinfónica de esta banda sonora. Tal vez, si apuramos, lo hizo con En busca del Valle Encantado (Land Before Time, 1988), en unos ochenta donde el músico parecía tocado por la mano de Dios.