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Loving Vincent

Clint Mansell
     
Año:   2017
Sello:   Milan Records
Edición:   Normal
Nº Tracks:   14
Duración:   50:49
     
Ficha IMDB
Web del Compositor
 

 

Reseña por:
Fernando Fernández

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1. The Night Cafe (4:08)
2. The Yellow House (4:45)
3. At Eternity’s Gate (3:40)
4. Portrait of Armand Roulin (2:59)
5. Marguerite Gachet at the Piano (2:30)
6. Still Life with Glass of Absinthe & a Carafe (3:13)
7. The Painter on His Way to Work on the Road to Tarascon (3:49)
8. Five Sunflowers in a Vase (3:17)
9. Wheatfield with Crows (2:50)
10. Thatched Roofs in Chaponval (4:01)
11. Blossoming Chestnut Trees (4:55)
12. The Sower with Setting Sun (4:47)
13. Starry Night over the Rhone (1:17)
14. Starry Starry Night (4:44)

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«The Yellow House»

 

«Five Sunflowers in a Vase»

 

«Wheatfield with Crows»

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El clasicismo y calidad de su toque, que destila por los cuatro costados la banda sonora. Aunque me siga pareciendo fría y algo exagerada, es probablemente una de sus composiciones más atractivas.

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Esa frigidez que se desprende en su partitura alejada de las imágenes, con momentos incluso extraños, fuera del contexto de la película, como son “Thatched Roofs in Chaponval” y esa especie de “single de adelanto” que fue “The Sower with Setting Sun”, con su exagerado dramatismo, alejado del tono general de la banda sonora.

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Evidentemente, cuando Mansell se deja llevar por las emociones de la obra del artista, reflejándolo fuertemente en su música como en los momentos más emocionantes, caso de “Five Sunflowers in a Vase”.

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Nota media: 7,33

Ángel Aylagas (7), Josep Manel Blanch (7), Fernando Fernández (8), Asier G. Senarriaga (6), Óscar Giménez (8), Antonio Miranda (7), David Martínez (7), Jordi Montaner (8), David Sáiz (8)

 

El desarrollo de un artista, con una visión clásica y algo fría

A todos nos pasa, en mayor o menor medida, con nuestros gustos. Hay nombres de compositores, de la misma manera que nos pasa con otras cosas, que aunque les podemos reconocer su prestigio, no terminan de llegarnos. A mi me pasa mucho con Clint Mansell. Es un compositor que me tiene totalmente polarizado. O realmente me encanta lo que hace y lo que consigue junto con las imágenes, o me dan ganas de no volver a hacerle caso. Sí tengo una nota en común por la que me gusta Mansell. Y suele coincidir cuando entra en terrenos emocionantes y clásicos. Mi principal problema con su trabajo es que me transmite una sensación de cierto desapego en su manera de ejecutar sus composiciones. Su música suele tener un tono muy frío, que junto con un cierto toque minimalista repetitivo, a lo Philip Glass y Max Richter, que es lo que me aleja de él. Pero en ocasiones le tengo que reconocer que tiene la capacidad para llegar a ser emocional y muy efectivo dentro de esa frialdad. Esta banda sonora es uno de esos casos.

Aquí, además, se lanza por primera vez a colaborar en una película de animación de carácter muy técnico y especial, que pretende contarnos la historia de un artista “diferente”, a través de su propia obra y cuadros, y bajo el punto de vista de la gente que lo conoció. Se trata de un experimento visual apabullante y para el que la música puede ser un auténtico regalo. Aunque para mí, el resultado final es: un poco de todo. La película me recuerda, en muchas ocasiones, al trabajo de Linklater para títulos como Waking LifeA Scanner Darkly. Pero con la diferencia de que las escenas no están “rotoscopeadas” (o pintadas sobre una fotografía real normal), sino que han sido directamente pintadas imitando el estilo, incluso copiando varias de sus más famosas obras, de Van Gogh.

En ese sentido, nos vamos a encontrar al Mansell más clásico y contenido. Haciendo buena gala de emociones en muchas ocasiones., algo que beneficia enormemente la película, ya que se trata de “hacernos sentir” la pasión y las extremas emociones internas que asaltaban al artista. De alguna manera se trata de “descubrir” el porqué de su locura y sus pasiones a través de su obra y de su vida. Y la música busca acercarnos a esas emociones. Pero escuchando la banda sonora, también aprecio que sigue sin quitarse de encima por completo esa sensación de gélida transmisión de sentimientos que desprenden, para mí, sus trabajos.

La película se centra en los eventos que rodean la muerte del pintor y el intento de descubrir todo lo que ha provocado su extraña vida y comportamiento, por parte de su hermano. Es decir, que ya de por sí la historia centra su eje central de las emociones en un aspecto, digamos, muy sombrío. Por ello también es comprensible que la banda sonora comience con esas clásicas largas notas sostenidas y lentas en las cuerdas. Con el piano y vientos proveyendo la actividad y vitalidad en la música. “The Night Café”, sin embargo, sí que consigue perfectamente evocar las sombras oscuras de un callejón de ciudad, sin iluminación, donde un Vincent desquiciado se tambalea, atormentado por el insomnio, hasta esos primeros rayos del sol de la mañana.

Y es que Mansell va desgranando su música en piezas con una cierta duración, algo que se agradece. Principalmente, porque permite un buen desarrollo y exposición de cada pieza. La sensación es como si estuviéramos escuchando a la música desarrollarse en capítulos específicos. Como si cada pieza iluminase, o acompañase, un cierto momento y espacio especiales. Con lo cual, aunque la música es fuertemente melódica, no utiliza temas o motivos recurrentes que le proporcionen una cierta estructura musical a la historia. Juega a transportarnos a una atmósfera evocadora particular. Y es que ese sí que es un gran valor que Mansell sabe manejar maravillosamente: su capacidad para que la música genere esos lugares e imágenes mentales, y nos transporte allí, algo que no esta nada mal cuando se desarrolla bien y, a priori, en estilo muy interesante para este tipo de cine tan basado en ciertas imágenes y momentos específicos.

Por eso es fácil apreciar cómo las siguientes piezas nos van revelando modulaciones continuas de estado de ánimo y del ritmo. Al principio, la segunda pieza, “The Yellow House”, ya aplica esa especie de patrón intenso con el que estamos familiarizados al escuchárselo a otros compositores minimalistas como mencionaba al inicio. Pero es evidente que dichas cadenas sostenidas y repetitivas le permiten perfectamente desarrollar el sentido del drama en la partitura, contrastando vivamente con las secuencias más melódicas. Como si de alguna manera musical buscara sacar a la luz esas contradicciones que rodearon la intensa, difícil y corta vida de Van Gogh. Sin embargo, en el siguiente episodio, “At Eternity’s Gate”, nos presenta toda una serie de tonos delicados, donde el piano dibuja una profunda emoción, que la suave entrada de cuerdas y voces termina reforzando en una pieza de marcado carácter espiritual. Todo un contraste que ilumina el ambiente anterior. Y este va a ser continuamente el juego que va a desarrollar el compositor en su trabajo. Drama y emociones enfrentados para descubrir la razón de ser del artista.

En ese grupo de momentos más dramáticos y atmosféricos nos encontramos con piezas como “Portrait of Armand Roulin”, la primera que introduce ese tono de dron electrónico de fondo reforzado por repetitivas líneas melódicas; “Thatched Roofs in Chaponval” incluso parece una pieza sacada de una película de suspense y terror, con una importante creación de tensión; para con “Blossoming Chestnut Trees” devolvernos al drama y la seriedad que rodeó al final de la vida del artista. Sin embargo, contrasta, aunque cercanos en tono y desarrollo, conlos momentos más emocionales es el elemento que le proporciona cierta vida a la banda sonora. Desde los tonos de bandoneón típicamente franceses que adornan “Still Life With Glass of Absinthe & A Carafe”, pasando por la delicada evocación de “The Painter on His Way to Work on the Road to Tarascon”, la seriedad de ese hito alcanzado que es “Five Sunflowers in a Vase” o los contrastes que se dibujan en “Wheatfield with Crows” de ese delicado piano frente a las texturas oscuras de su final.

El efecto de esta especie de sendero agridulce le proporciona en muchos momentos un tono que va desde lo elegíaco a lo sagrado en la banda sonora. Un tono que le permite reflejar esa sensación de gran pérdida y sacrificio que afectará a las generaciones futuras. A ver, la sensación es que la música va tomando, dentro de su contención, un cariz tal vez algo exagerado para la historia. Por supuesto que es Van Gogh y su obra es mítica, pero contar su historia dando esa sensación de estar en presencia de alguien legendario parece un poco excesivo. Porque junto a esa frialdad de la música, probablemente haga alejarnos más del personaje que acercarnos a él y a sus demonios.

La partitura de Mansell para Loving Vincent rebosa de colores sonoros y está repleta de evocaciones, algo que evidentemente cuadra a la hora de hablar de el poder y el conflicto que se desarrollaron durante la vida del pintor, frente a la pasión y la belleza que reflejaban sus obras. Además en ese sentido, la partitura de Mansell es muy homogénea y proporciona una clara sensación de continuidad, a pesar de esa estructura “capitular” de la misma. Aparte de la utilización de los nombres de las piezas derivados de los títulos de sus famosas obras, lo cual acentúa la referencia visual y emocional que permite distinguirlas a lo largo de la narración. Incluso su final,  “Starry, Starry Night”, cantada por la preciosa voz de Lianne La Havas, tal vez el único momento realmente romántico de la partitura, está cargada de poesía, pero conservando esa especie de emoción de la banda sonora. Principalmente proyectada por la voz de La Hava y la descriptiva letra de la misma. Es una partitura mucho más relajada y romántica de lo que suele escribir Clint Mansell; me muestra un cierto lado nuevo de este compositor, especialmente en su gran acierto de centrarse en la obra y el trabajo del artista como inspiración.