Dicen que la historia es cíclica. Y hasta cierto punto es una máxima aplicable al mundo del arte. El cine, como noveno arte que es, también se ve afectado por el influjo de esa fuerza cíclica. Algo que para mí responde más a razones generacionales que a otra cosa. El niño que en los ochenta contemplaba absorto una película como E.T., quedando encantado de por vida por la magia que Spielberg insuflaba a su historia, siempre querría ser o Elliot o el señor que estaba detrás de las cámaras. Para aquellos que ese sueño no les dejó de acompañarles, conseguir convertirse en director de cine y, por extensión, trasmitir al mundo un mensaje con la misma carga de magia que los que poblaban su inocente infancia, es algo natural, nada impuesto, nada prefijado.
Una respuesta a una llamada interna a trasmitir lo mismo que recibió, y así intoxicar de esa fantasía tan sana y a la vez tan necesaria a otros niños que, ¿quién sabe? posiblemente serán los directores de cine del futuro.
David Lowery, director de Pete’s Dragon seguramente quedó eclipsado por el E.T. de Steven Spielberg. ¿Quién no de su generación? Pero está claro que esta pasión la llevó a un terreno más personal y, sobre todo, profesional. Nacido en pleno 1980, en Milwaukee, Estados Unidos, pensad en un niño de pueblo sin nada que hacer y sin esa visita extraterrestre que a buen seguro deseaba tener una vez vista esa mítica película del 82. Bueno, muchos hemos pasado por ahí. La realidad siempre es más aburrida que el cine.
Una vez vista esta Peter y el dragón, uno se pregunta si esta película es más un remake de la olvidada (y olvidable) cinta de Disney del 77 Pedro y el dragón Elliot, que de la película de Steven Spielberg. Porque hay demasiados elementos comunes con la magistral película del 82. Y uno que se alegra, la verdad sea dicha, de esa sensación. Una jugada muy inteligente que redunda en una muy entretenida película, ideal para la familia y sobre todo para los niños. Con esa pátina naïf que poblaba esas producciones familiares ochenteras que tanto bien ha hecho por una generación. Por fomentar unos valores de igualdad, de la defensa de lo diferente, de la familia y, por supuesto, la defensa a ultranza de la imaginación y de aquella magia infantil que tanto necesitamos en la oscura y mediocre etapa actual.
Esa forma única de hacer cine, donde la música orquestal de grandes leitmotivs era tan importante, está gratamente presente en Pete’s Dragon. La banda sonora, obra del joven compositor Daniel Hart (habitual del director), es rica a nivel temático y melódico. Posee un maravilloso y retentivo tema principal que está asignado a la relación entre Peter y el dragón Elliot. Un tema que tiene su mayor desarrollo cuando estos dos surcan los cielos llenos de optimismo, vitalidad y alegría. Momento muy similar tanto en lo visual como en lo musical a otra joyita Disney, nunca lo suficientemente alabada, Rescatadores en Cangurolandia, con esa inolvidable partitura del maestro Bruce Broughton.
Esa sensibilidad para lo melódico impregna toda la partitura. Desde ese comentado tema destinado a los dos personajes centrales, como los momentos mas incómodos para ellos, donde los adultos, tal como hicieran en E.T., se empeñan en separarlos.
Las canciones, muy presentes en la película, no desentonan. Crean un estado anímico claro e idóneo para la escena en la que se escuchan y en algunas ocasiones, como la aparición de “The Dragon Song”, tienen una evidente justificación argumental. Son estas las que conectan mas con ese sonido folk de la película original del 77, ya que la partitura de Hart tiene elementos muy disfrutables al respecto (fiddle, percusión y guitarra acústica), pero no son el alma de la fiesta.
El conjunto es, sin duda, una de las mejores bandas sonoras de 2016 y una esperanzadora forma de volver a los mimbres de unos ochenta de bandas sonoras inolvidables. Ojalá la racha y la practica continúe…
LO MEJOR: Es una banda sonora excelente, de las mejores del 2016, que nos devuelve ese sentido mágico, aventurero y de amor por el letimotiv que encontrábamos en muchas de las partituras orquestales de los ochenta.
LO PEOR: Acompaña a una película bonita, divertida, familiar, pero intrascendente. ¿Pero no lo eran muchas de las producciones ochenteras que nos regalaron bandas sonoras de culto?
“EL MOMENTO: «Reverie”, la primera vez que descubrimos el tema principal que refleja la maravillosa relación entre Elliot y Peter. Un canto a la vitalidad, a la magia y a la libertad. |
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