En una de las charlas que tuvimos este año en el MOSMA, una de las que entraban a formar parte de una línea nueva de conferencias que creábamos en el Festival centradas en el mundillo de la música de cine que hicimos denominar como MOSMA INDUSTRIA, tuve una atroz revelación.

O mejor dicho, un par de ellas. La primera, la más dolorosa y terrible de todas, producto de un cúmulo de situaciones desarrolladas durante los días previos del Festival más que algo instantáneo o concreto, era la de que somos una especie que tiende a repetir errores porque tenemos una memoria un poquito mejor que la de los peces, pero no mucho mejor.

Eso nos aboca a repetir errores, a olvidar caminos erróneos ya tomados o, lo que en este país se da mucho, olvidar quién ha estado allí antes que nosotros. Los pioneros. La gente mayor esta desahuciada en nuestro país, olvidada, y desde mi punto de vista, maltratada. Y aquellos que hemos luchado insistentemente y largamente por nuestros fines, que tenemos más metralla en el casco que cualquier soldado raso, somos poco menos que gente aborrecible que mejor se estaba quieta. ¡Qué mala es la envidia!

La otra revelación, no tan terrible, pero sí bastante problemática, era la certeza de que este mundo de la banda sonora es un mundo endogámico. Que somos cuatro gatos que, aparte de no llevarnos demasiado bien, tendemos a creer que nuestra afición es la más importante del mundo mundial. Y que lo que hacemos es prácticamente como haber encontrado la cura del cáncer.

Supongo que 14 años de organizar eventos en nuestro país, 13 años de llevar a cabo un Festival de grandes proporciones en cuanto a invitados y a contenidos, ya sea en Úbeda, Córdoba o Málaga, tiende a cansar. Pero no creo que sea esto más que el hecho de conocer como la palma de mi mano este mundillo.

Independientemente de que 14 años para ti no sean nada, te puedo asegurar que, como en el caso del personaje de Rutger Hauer en ‘Blade Runner’, he visto cosas que vosotros no creeríais. Aunque tampoco es de vida o muerte. Tampoco se perderán como lágrimas en la lluvia, seamos sinceros.

Porque repito, lo que hacemos es trabajar dentro de una afición. Así que no, no me considero un tipo cansado y gastado. Soy un tipo feliz, muy feliz, que se considera afortunado por haber llegado a trabajar en lo que más le gusta. Y privilegiado por vivir momentos inolvidables. Y espero que vengan muchos más. Aunque como siempre he dicho, desde el primer año que hicimos el Festival en Úbeda, que me quiten lo bailao.

El caso es que esas dos revelaciones sí que me dejan un mal poso, del que como siempre respondiendo a mi forma de ser, sé recuperarme rápidamente. No solo recuperarme, reaccionar.

Pero, esto no es un trabajo de una sola persona. Ni de un colectivo. Sino de todos los que somos aficionados a este mundo, siempre peleados entre nosotros. Recordad.

Solo el Festival de Úbeda tuvo la suerte de entregar una «paz duradera» entre la mayoría. Un milagro que, como tal, era efímero. Porque los milagros son lo que son. Cortos pero intensos.

La gente cada día lee menos. Tiene tres millones de bandas sonoras para escuchar en Spotify o Apple Music. Cada vez se venden menos CD. No lo digo yo, lo dicen los editores. Cada vez es más complicado arrastrar al publico a las salas de conciertos, siempre que sea pagando. Si es gratis, tonto el último, algo que dice muy claramente que de la crisis no salimos y que, aunque la educación en cultura está a niveles históricos y no precisamente buenos, tampoco ayuda mucho a que más de la mitad de las familias españolas estén tiesas.

A eso no ayuda el que, a pesar de esa falta de disponibles que tienen las familias españolas, la oferta de ocio se haya disparado en proporciones incuantificables.

Aún recuerdo cuando empecé a coleccionar bandas sonoras. Solo podía comprar una al mes. Era una pasta para mi adolescente economía. Así que el disco lo escuchaba hasta saberme las 18 entradas de la flauta travesera en el corte 13 del disco. Que por cierto, solo solía tener 13 cortes y 30 minutos de duración. Un puto robo.

Ahora tenemos, como he dicho, tres millones de bandas sonoras para escuchar en aplicaciones de streaming, más las que uno compra, más las que le pasan los compositores, más las que recibimos para participar en los Jerry Goldsmith Awards. Si sé cuándo entra la flauta travesera en al menos uno de estos discos es que soy el puñetero Indiana Jones.

¿Qué quiero decir con esto? Pues que todo ha cambiado demasiado. Hay mucha oferta cultural, algo que está bien, pero poca atención. Poco tiempo. Y poca gente formando parte de una comunidad, la de la banda sonora, que no deja entrar a demasiadas personas. Porque su acceso no es amigable o fácil.

El cine mueve montañas de aficionados. Las series, ahora aún más que antes. Y los videojuegos, mundos no, montañas. ¿Entonces, por que la banda sonora no mueve a un número igual de extenso de gente? ¿Por qué somos una especie de gueto?

Incorporamos lo mejor de dos mundos: el cine y la música. Y además jugamos la ventaja que no tiene la música habitualmente. Nuestra música hace recordar una experiencia vivida en una sala de cine, en un salón de una casa viendo una serie o jugando a un videojuego.

Ni por esas sabemos gestionar la captación de savia nueva. Somos unos putos endogámicos. Repetid conmigo: “Putos endogámicos”. Cinco veces más y delante del espejo. Porque una vez aceptamos nuestra enfermedad, empezaremos a estar preparados para curarla.

Bien, primer paso para esta cura: Los festivales. El boca a boca. Una mejor comunicación de estos festivales sumando a los aficionados de siempre otros nuevos. La familia feliz.
Nosotros con el MOSMA, o con todas las actividades que hemos llevado a cabo desde Film Music Festival, hemos procurado llegar a un mayor volumen de gente. Y ojo, hemos querido saltarnos esa endogamia creando programas abiertos a todo el mundo, y en algunos momentos hemos sido criticados por ello. ¿pero qué sería de nuestra querida España si no nos criticaran a los que movemos la rueda?

Es más, confeccionado programas que busquen crear afición. Una Pasión de Cristo en una de las catedrales más imponentes del mundo, la Mezquita-Catedral de Córdoba. Un evento que reunió a 6.000 personas y que supuso el primer concierto organizado por Film Music Festival. Eso es empezar con buen pie.

Este año 2018, con un programa de música para series de TV realizado en el Auditorio Nacional, interpretado por la Orquesta y Coro Nacionales de España y dirigido por Arturo Díez Boscovich, nuestro director musical en Film Music Festival, y un abanderado sin miramientos de la captación de sangre nueva a nuestra causa.

Y en el MOSMA, con la organización del Festival de Málaga y junto a su director Juan Antonio Vigar, claro defensor de la cultura y de implicar a nuevos aficionados con este joven festival y la música de cine. Desde mi responsabilidad enfocada especialmente con su programación, hemos buscado siempre confeccionar programas diversos y amplios en estilos y ámbitos. Para distintos sectores de edad.

Desde música orquestal, nuestro fuerte, a música jazzística, electrónica o rockera. Conciertos con música para cine, con música para series (nuestras principales protagonistas en esta tercera edición) o con música para videojuegos (nuestra gran ausente también esta tercera edición, que espero, no falte en una cuarta).

Desde BSOSpirit los pasos han sido más lentos. Las causas son claras: BSOSpirit se mantiene por el trabajo no remunerado de todos nosotros. Y eso nos lleva a dar prioridad a otros trabajos que sí lo son. Pero nunca hemos olvidado nuestro portal, aquel que hizo posible que todo empezase.

En esa línea nos tiramos a la piscina con La Buhardilla, nuestro canal de Youtube que poco a poco va encontrando su hueco. Y por supuesto, nuevos movimientos que encontraréis los próximos meses, donde buscaremos dar más cancha a contenidos exclusivos y a potenciar ese diálogo más directo con todo tipo de público. No solo con el especializado, que seguiremos cuidando como hemos hecho siempre. También buscaremos potenciar esa comunidad que siempre ha hecho grande a BSOSpirit.

Realmente creo que tenemos que luchar contra esta endogamia. Porque al fin y al cabo defendemos un tipo de afición que es maravillosa. Que gusta a un montón de gente que aún no sabe que le gusta. O que lo sabe, pero aún no es consciente de que esta afición va más allá de las puertas de un cine, que es más que el salir de este tarareando la banda sonora de una película que acabamos de ver.

Es un compromiso que tenemos todos los que formamos parte de este nicho cultural. Dejemos de creernos científicos capaces de curar el cáncer o de librar batallas más grandes que la guerra de Secesión. Sumemos esfuerzos. No pido que nos acostemos juntos. Dios me libre. Pero sí que busquemos aportar nuestro humilde granito de arena en traer más gente a este mundo.

Todos ganaremos y no habrá batallas absurdas por migajas de migajas.

Y en otro editorial, ya si eso, hablaré de mi primera revelación. ¿La habíais olvidado? Respetad a los que ya llevamos un tiempo por aquí. ¡Por dios! ¡Que el diablo sabe más por viejo que por diablo!