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Edie

Debbie Wiseman
     
Año:   2018
Sello:   Silva Screen
Edición:   Normal
Nº Tracks:   13
Duración:   45:39
     
Ficha IMDB
Web del Compositor
 

 

Reseña por:
Asier G. Senarriaga

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1. Training Day (2:40) *
2. To Lochinver with Jonny (3:07) *
3. Night of Wonder, Morning of Trouble (3:09)
4. Alone in the Past (2:45)
5. Searching for a Bed (3:30)
6. Packing up for Adventure (3:21) *
7. New Clothes, New Life (2:17)
8. Midnight Stranger (3:30)
9. Heading off into the Wilds (2:36)
10. An Evening Row (6:08) *
11. Hanging in There (5:17) *
12. I Can’t Go Back (4:23) *
13. Edie (2:55) *

* Mejores temas

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Tema de Edie en «Training Day»

 

Tema de Jonny en «To Lochinver with Jonny»

 

Tema de la Aventura en «Packing Up for Adventure»

 

La fuerza de voluntad en «An Evening Row»

 

El triunfo del espíritu humano en «I Can’t Go Back»

 

Suite final en «Edie»

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La sensibilidad exquisita, la elegancia de las virtuosas orquestaciones y elección de los solos de instrumentos, la aparente sencillez y ligereza de la composición, que va calando poco a poco en el ánimo del oyente hasta mostrarse como realmente es, una exposición musical de belleza sentida y emoción genuina sobre el ser humano y la capacidad de superación ante el tiempo y las dificultades vitales, “An Evening Row”, “Can’t Go Back”, “Edie”. Están ante una de las mejores partituras que escucharan este año, no se la pierdan.

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Absolutamente nada, es perfecta en contenido e intenciones.

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Dos, maravillosos en su arrebatadora belleza, sugerencia, pasión y sentida, emocionante, brillantez, sin hacerles ningún spoiler, “Can’t Go Back”, con la música empujando al espíritu humano a no rendirse y conseguir lo imposible, y la interpretación final del memorable tema del personaje central, “Edie”, dejen aflorar las lágrimas, y sientan la magia.

BSOSpirit opina

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Nota media: 8,67

Josep Manel Blanch (9), Fernando Fernández (9), Asier G. Senarriaga (10), Óscar Giménez (9), Juan Ramón Hernández (7), David Sáiz (8)

 

El prodigio del espíritu humano, una fuerza de voluntad indomable

Si hablamos de Debbie Wiseman, hablamos de una de las compositoras más brillantes de los últimos treinta años. Créannos, no exageramos un ápice. Su sensibilidad, corazón y sentimiento al crear melodías que te tocan el alma no tienen parangón en estos tiempos que corren. Estamos hablando de un ser humano que nació para componer música y regalarnos la elegancia de sus emocionales solos de instrumentos.

Su dominio de la orquesta y el aprovechamiento sutil y magistral de todas sus secciones y elementos es tal que es imposible no emocionarse escuchando sus creaciones, pero sobre todas las cosas, la compositora es una embajadora del sinfonismo, de la composición orgánica, del amor a los intérpretes, entregándose al aprovechamiento máximo de sus talentos y anticipando qué sección o qué solo expresará mejor y narrará de manera más sincera la historia. ¿Quizá el piano, quizá el arpa, quizá el oboe o puede que la guitarra? Porque en ocasiones una sola nota en vibrato resonando en el espectro sonoro dice mucho más que cien instrumentos wall to wall que no tienen claro qué objetivo narrativo están cubriendo…

Y señalamos todo esto porque creemos que es necesario dar a conocer aún más a esta compositora y su talento melódico, capaz de sublimar la belleza con un sutil  arabesco al chelo, poner la piel de gallina con siete notas al piano o, lo más importante, hacer crecer una historia que las imágenes están contando, y la música, su música, transforma en inolvidables.

No les quepa duda, es el caso de Edie, una de las mejores partituras del año, si no la mejor, y uno de los más brillantes ejemplos de que la auténtica emoción surge en ocasiones de las historias (aparentemente) más pequeñas, cuando hay pasión en contarlas, musical o cinematográficamente. Y es que en ocasiones las mayores obras maestras surgen de los presupuestos más pequeños, y los diamantes más puros de los más sencillos trozos de carbón.

Desde Wolf Hall, The Whale, Flood, Warriors, Judge John Deed o Wilde hasta Haunted, Othello, Tom & Viv o Jekyll, pasando por Arsene Lupin -mi particular favorita-, Tom’s Midnight Garden, WPC 56, The Promise o A Poet In New York, hasta Father Brown, The Coroner  o Dickensian, Debbie Wiseman hace únicas cada una de sus creaciones, conformando el conjunto de todas ellas como un lienzo gigantesco de la sensibilidad de un artista y de su capacidad para traspasar la pantalla, haciendo que los corazones de los espectadores palpiten más fuerte, las lágrimas empiecen a formarse, o la carne de gallina sea segura consecuencia.

Es el caso de Edie, una conmovedora historia sobre el triunfo ante la adversidad, dirigida con ternura y pulso de maestro por Simon Hunter (con quien Debbie repite tras la exquisita Lighthouse), la fascinante y llena de emoción visión de una indomable fuerza de voluntad, poéticamente enclavada en el imponente escenario de loas Highlands escocesas. Sheila Hancock encarna con desarmante ternura, sinceridad y determinación en la mirada a una mujer ya mayor, maltratada por la vida, que decide en sus últimos días cumplir su deseo vital de revisitar la magia que sintió cuando era una niña y escaló una imponente montaña de Escocia, el Mount Suilven. Edie contratará al encantador Jonny, Kevin Guthrie, para ayudarla a preparar la agotadora escalada, y durante el homérico viaje sus desventuras y aprendizaje vital forjarán una amistad que será ya para siempre.

La virtud del film es dejarte sin aliento con las preciosistas postales de las Tierras Altas, la lírica fotografía llena de matices pictóricos, dos interpretaciones de leyenda de dos actores que han nacido para encarnar estos roles,  y que hacen que salten chispas de la pantalla, y sobre todo, una exquisita y profundamente sentida composición de Debbie Wiseman que a partir de este instante procederemos a desgranar.

Lo primero, acertadamente, es definir los leitmotivs que nos hablarán de los personajes y cómo son, incluso cuando no estén en pantalla y se hable de ellos, o en esas ocasiones en que la música nos dice y reafirma lo que la mirada pura de los actores nos expresa. Es el caso del tema central, aplicado a Edie con lirismo emotivo, o pimpante optimismo, con dramática tensión o embriagadora pasión, “Training Day” (atentos a partir del minuto 2, descúbranse ante la grandeza de la melodía central), o el del tema de Jonny, lleno de jovial optimismo y juguetón sentido rítmico a la par que una dúctil ternura proporcionada por la pureza del sonido de la guitarra clásica que define la bonhomía escocesa, “To Lochinvar with Jonny”, o el lleno de optimismo tema de la aventura, “Packing Up For Adventure”, que consigue que entendamos el desafío que supone el camino y su final, en combinación con los dos temas anteriormente citados (atentos a la emocionante variación del motivo de Edie a partir del 01:43 y las bellísimas cuerdas en contrapunto del tema central a partir del 02:15).

Especialmente brillante es la definición de la fuerza de voluntad del ser humano, definido por Wiseman con un vigor emocional de muchos quilates en “An Evening Row”, uno de esos temas que te ponen un nudo en la garganta de admiración ante el sentido de la maravilla que invocan con genuina honestidad emotiva, no se pierdan como el bellísimo crescendo del primer minuto da paso a la sucesión de solos de instrumentos para narrar el proceso de toma de decisión de Edie y Jonny, que llevará a la plasmación musical del espíritu humano, “Hanging in There”, atención a partir del minuto 2, con unas cuerdas y vientos de madera haciendo que se te salten las lágrimas, definiendo con chelos y violas en ostinato asfixiante el esfuerzo y la dificultad de la empresa, hasta que se desbordan con la más sentida revisitación del tema de Edie a la guitarra acústica.

Y atravesado el  punto de no retorno, la historia de Edie formará ya parte de nosotros para siempre cuando el sacrificio nos alcance el alma, y el triunfo del espíritu humano sea pautado a partir del muy horneriano 01:40 de “Can’t Go Back”, marcado por los timbales dando paso a la pureza melódica de las cuerdas y un suspense musical que hará que casi nos levantemos del asiento para ayudar, que tensemos los puños en apoyo a Edie, y que estallemos en ríos de lágrimas antes de que…

…una suite final de lirismo exacerbado y suntuoso sentido de la maravilla, nos meza con solemnidad y fastuosa pasión sinfónica en la conclusión de una historia que es la de cada uno de nosotros, aunque quizá aún no lo sepamos, “Edie”. Atentos a unos dos últimos minutos para la leyenda, con el tema principal explotando en variaciones, cada cual más épica y emocionante, hasta poco a poco desvanecerse dejando que la guitarra con la sutilidad del violín en contrapunto cierre la narración y el film con acrisolada perfección.

 

Cuando encuentren aquello que hace que sus ojos refuljan de ilusión,
aquello que trasforma el afrontar el nuevo día en una aventura,
y convierte la tarea más inabarcable en un objetivo asumible,
aférrense a ello con todas sus ganas y fuerzas,

 recuerden amigos,
que están siguiendo los pasos temblorosos pero firmes de EDIE,
y jamás, por mucho que vivan,
 por mucho que consideren ciertos sueños, deseos, o anhelos, 
 imposibles,  
recuerden que… 

“Nunca es demasiado tarde”.
 
Y el particular Mount Suilven de cada uno de nosotros, aguarda desafiante,
 ¡¡¡A que lo conquistemos!!!