La música del Romanticismo |
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Los primeros comentarios que podemos escuchar, leer o intuir sobre la banda sonora de Carter Burwell para Carol son las aproximaciones del autor a los sonidos o composiciones del gran Philip Glass (Las horas, Diario de un escándalo…). La tipología musical se acerca; la ambientación, igualmente similar. Por otro lado, no creo que sea válida la afirmación de copia, en absoluto, ya que, tras la visualización de la cinta, todos podríamos darnos cuenta de la belleza, autenticidad y estructura propia que adquiere la partitura, incluso sin superar los diez minutos de metraje.
Un inicio exquisito, elegante y que vive de su propia calidad adherido absolutamente a unas imágenes mediante el tema principal de la historia (“Opening”) y una secuencia primera de una intimista fuerza que guiará, ella sola, al resto del argumento, con Therese marchando en taxi, mirando al pasado (que parece el presente en ese inicio de filme) y que, al final de la historia, nos devolverá, con todo, el sentido de lo que ya ha sucedido (“Taxi”).
La sensación minimalista de la obra, que nos transmiten sus temas delicados y casi de orquesta de cámara, se proyecta a su estructura de situación en la película. Los detalles del compositor en ella son habilísimos. Jamás eleva el tierno tono lineal del que el director dota a su obra global, una forma inteligente de tratar un tema ciertamente complejo (la homosexualidad) pero que, no obstante, transforma en el concepto del Romanticismo, alejándose tremendamente de un sentimentalismo fácil, habitual y social.
El primer tercio de la obra así lo demuestra, ofreciendo momentos intensísimos, siempre medidos y cautos (como lo es la relación de las dos mujeres), yendo las notas hacia ámbitos más esperanzadores y activos y, otras, más tristes, con el hecho negativo de no estar presentes en la edición en CD, espacio ocupado (seguramente) por las canciones de época no originales que, si bien no desentonan con el conjunto, sí nos impiden percibir una completa noción de la obra de Burwell para Carol y de sus trascendentales comienzos.
La música de Carol es la música de un amargo sufrimiento existencial por el constante y aparatoso dolor al que el verdadero Amor (el auténtico Romanticismo) nos conduce, víctimas todos del constante ir y venir de la vida. Así actúa Burwell en su partitura, desde un ligerísimo aumento de ritmo en su pieza para el primer encuentro de las dos mujeres, hasta el tema principal (colofón al trabajo, cuando las amantes tocan sus cuerpos por vez primera en una intimidad absoluta; “Lovers”), pasando por subidas y bajadas de un estado de ánimo que bien pareciere otorgar a la música el adjetivo de vital, el alma real del sentimiento de ambas mujeres y que queda sellada en el matiz, casi imperceptible, de la segunda escena en la que Carol y Therese hacen el amor (“Over There”): los acontecimientos se precipitan y las amantes, empujadas por la situación, van separándose.
El sonido hiriente, rasgado, viejo y triste de la viola, que inicia el tema, es de una fuerza dramática conmovedora, dejándose ir hasta la llegada, nuevamente, del tema principal, esta vez marcado por la melodía del chelo, una unión de registros graves que ahonda en el dramatismo del momento, lejano del instante delicado y tierno del anterior encuentro sexual. Como vemos, la forma de trabajar de Burwell alrededor de un mismo momento es, ciertamente, de detalles distintos (siempre acogidos a la evolución de la historia) estudiadísimos, convirtiendo a su composición en auténtica obra que guía la historia.
En definitiva, nos encontramos ante una creación de riqueza indudable en un artista que, con el paso de los años, se convierte en maestro del intimismo y en uno de los referentes obligados en la música de cine actual como arte minoritario (afortunadamente). Imprescindible.
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