The Hateful Eight

Esta podría ser la definición final del trabajo del gran compositor italiano para la primera película de Tarantino con música original: la partitura contiene tal contención agresiva (la cual dará paso a la violencia patente) que para los verdaderos y estudiosos amantes de la música en el cine llega a voltear los episodios finales de tal forma que sentiremos como disparos y sangre la mismísima melodía del tema principal cuando aquellos no estén presentes y la echaremos en falta cuando la masacre, sin la música, aparezca.

Escuchando atentamente el tema principal del filme de Tarantino que Ennio Morricone compone, no hay duda de la importancia única que este va a adquirir en todo el argumento. El genio italiano fabrica uno de los motivos más poderosos de los últimos tiempos y, con seguridad, de los mejores de su extensísima carrera, a la altura de los conocidos y extraordinarios que ya creó casi cuarenta años atrás para sus partituras del Spaguetti Western. No creo, honestamente, que esto pueda rebatirse; otro asunto descansa en la influencia de la música en pantalla o en el global de la composición actual. Mas, con una estructura compositiva y detallada como la del tema en cuestión (“L’ultima Diligenza Di Red Rock”), la grandeza lineal y, al tiempo, expresiva de las notas que suenan en él deben minuciosamente ser entendidas en relación con la historia. ¿Cómo podemos desenmascarar las escondidas, sutiles e inteligentes intenciones de un genio como Morricone simplemente analizando la estructura de un tema? Veámoslo.

Morricone “aplasta” la obra drásticamente mediante la aeróbica forma del tema principal que tratamos, un motivo musical sostenido por el charles de la batería, maratoniano incansable, y que semeja el disparo, desplazamiento y herida de una bala salida ferozmente de la boca del arma (como sucederá drásticamente desde que todo se desencadene). El filme representa una lineal, pausada y firme trayectoria en su parte primera, como si de la poderosa bala se tratase, y un final cual herida causada por el disparo. El artista plantea así, también, su tema principal, a su vez conteniendo tres estructuras bien diferenciadas que adquieren un sentido y simbología fundamentales (y que completará con un segundo tema, “Overture”, fabricando, alrededor de ambos, toda la obra):

a) Melodía principal: organizada fundamentalmente por los vientos. Simboliza la evolución contenida de la historia y, dividida en dos secuencias como si de un ir y venir se tratara, igualmente representa el progresivo agrupamiento de los ocho personajes que pararán en un círculo cerrado dentro de la cabaña donde sucederán los acontecimientos (ese ir y venir de los vientos y sus notas delinea sutilmente la circunferencia mortal que se va formando). Sus detalles compositivos y estructurales son riquísimos, pudiendo insertarse su melodía en todas las piezas descriptivas en las que no la escuchamos (muestra de la grandísima relación que se impone en las bandas sonoras entre unos temas y otros) y en las que el artista pretende describir y generar una atmósfera de tensión (el ejemplo más claro de la inserción de esta melodía en las otras piezas es “Narratore letterario”, escena, a su vez, que divide el filme en dos partes y que inicia el desencadenamiento de los acontecimientos violentos de una manera absolutamente controlada por la partitura).

Este tipo de situaciones, en la música moderna para cine, suelen sostenerse con una base de pads o cuerdas siempre en tonos mantenidos y graves. Morricone da un giro espectacular (seguramente desapercibido) con el que inicia el tema “L’ultima Diligenza Di Red Rock” (eje central de la partitura) y emplea la nota mantenida por las cuerdas en tono agudo, mientras la melodía principal (que generalmente la dan los agudos) es concebida mediante una combinación de vientos y cuerdas graves admirable. Pasados los minutos, Morricone variará esta forma y los violines darán nacimiento a su sonido fino y quejumbroso, produciéndose una transposición de funciones que resulta hermosísima, sin duda aplicable a la que se fabrica con los personajes y la situación, ahora simulando estas personalidades, ahora las auténticas otras que descubriremos avanzado el argumento.

b) Melodía más activa y atonal: asociada con la vertiente más violenta del filme. El lado experimental en Morricone, tantas veces llevado a cabo en sus innumerables composiciones, tanto para western como de cualquier otro género, también se ve reflejado delicadamente en Los odiosos ocho durante la primera parte de la historia y más patente al final (“L’inferno bianco”).

c) Coros masculinos: dadores de la crudeza que se generará y que, ya de hecho, tiene el ambiente donde se desarrolla todo el argumento.

Morricone, habiendo recomendado a Tarantino (conociendo sobradamente sus gustos sobre la aplicación de música no original para sus películas) el uso de parte de la composición que años atrás realizó para The Thing (La Cosa), de John Carpenter (y que no se aplicó en pantalla) fue dando forma cada vez a un mayor minutaje de música original que, si bien en un principio iba a reducirse a la duración del tema principal, con el paso de los días se conformó en un compendio de más de media hora que, junto a los temas de The Thing finalmente empleados en el filme, las canciones y el tema de Regan para Exorcist II: The Heretic (El hereje (Exorcista II)), ofrecen la estructura final de Los odiosos ocho.

La partitura de Ennio Morricone no deja lugar a dudas: directa, aplicada de forma magistral y con un tema de primer nivel. Los temas que se compusieron para The Thing (película influyente de manera clara y objetiva en Los odiosos ocho) brotan relativamente bien integrados en el conjunto, pese a que son fácilmente reconocibles entre los sonidos de la partitura actual. Y un fragmento de la citada Exorcist II que puede llevarnos a sentimientos y pareceres del pasado, desconectándonos drásticamente del argumento. No obstante, sello inconfundible (y debatible también) de Quentin Tarantino, que esta vez, sintiendo algo así como si una voz interior le pidiera música original para su western, ha optado por mezclar melodías ya existentes con las nuevas del Maestro.

En definitiva, es una obra que ejerce una fuerte influencia en instantes concretos del filme, un tema principal memorable y una estructura compositiva que refuerza admirablemente la opción de un cierto minimalismo global por el que se puede optar y un genio como Ennio Morricone afianzar, ofreciéndonos una variabilidad de conceptos y aplicaciones en la pantalla que resumen y engloban todo en simplemente dos temas, unas veces por separado (“I quattro passeggeri” y “Overture”) y otras uniéndose (“Neve, Nº 3”) y fusionando secuencias pasadas, personajes o sucesos que están por venir. Una contención violenta exquisita.