El vertiginoso sonido del Western |
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La música del cine de vaqueros, áridos paisajes y cactus espinosos, ha encontrado tres sendas claramente diferenciadas para narrar las peripecias de estos seres de sombrero ancho y modales chulescos. Por un lado tenemos la magistral partitura de Jerome Moross para Horizontes de Grandeza (The Big Country), precursora de un sonido Western que hoy en día ha proliferado sin ningún género de dudas. Películas como Tombstone, Wyatt Earp, Bailando con Lobos, etc… beben del tempo impuesto por Jerome. Paisajes abiertos de profunda belleza y contraste con pasajes musicales magnificentes, descriptivos de fotografías plácidas y protagonistas de escena.
El siguiente tipo de Western es el de Elmer Bernstein, la heroicidad elevada al infinito. Melodías aguerridas centradas más en los personajes y en sus odiseas personales que en el mundo que les da cobijo, como en «Los 7 Magníficos». Por regla general es el propio Bernstein el que explora su fórmula, es el caso de «The Sons of Katie Elder», o su obra más reciente de esta temática, Wild Wild West, un refrito industrial donde el carbón da lugar a un pseudogénero denominado «Steampunk», pero en una vertiente claramente americana (este genero suele estar ligado a los países que iniciaron la revolución industrial, principalmente Inglaterra).
Y por supuesto el Western de Morricone, o más conocido como el Spagetti Western, ya que Morricone al igual que su director fetiche, Sergio Leone, eran italianos y crearon un estilo que fue imitado hasta la saciedad, llegando al posible agotamiento del género. Obras como «El bueno, el feo y el Malo», «Por un puñado de dólares», «La Muerte tenia un precio», o la incomparable «Once upon a time in the West», la mejor para mí con diferencia.
Estos planteamientos eran válidos hasta no mucho. Pero he aquí que el señor Trevor Rabin ha iniciado otro estilo musical para el genero de vaqueros: el «Armageddon Western». Ya veo las caras de todos aquellos que la palabra Armageddon establece una relación inmediata con una patada en las partes nobles.
Pues sí, Rabin ha confeccionado una partitura tan chulesca y tan espectacular como la que hiciese para la vacía, y a ratos divertida, película de Michael Bay. Eso sí, con un denotado carácter fronterizo, sureño, con la utilización de armónicas, y guitarras bluseras. Aunque realmente la propia Armageddon tenía secciones (sobre todo destinadas a las prospecciones petrolíferas) de este carácter.
Si tenemos en cuenta, que la partitura para Armageddon de Rabin era lo mejor de lo mejor en la película (y eso no es decir demasiado), y que con ella se vio recibido por la puerta grande en Hollywood, esta claro que este American Outlaws, cuando menos, es un perfecto entretenimiento para los oídos.
American Outlaws, como su nombre indica, es un Western sobre unos forajidos bastante machotes ellos, encabezados por el actor promesa Collin Farell, que dejó impresionados a los profesionales de la industria por Tigerland, ese experimento en 16 milímetros filmado sorprendentemente por un pilar del cine espectáculo y de gran presupuesto, Joel Schumacher, que después de su horrorosa incursión en el cine multimillonario con Batman y Robin (una película ejemplo de la vergüenza ajena que puede sentir un espectador, y la vergüenza propia de un aficionado al cómic), decidió esconderse de las esperadas criticas y de casi destrozar la franquicia del hombre murciélago, y darse un ración de humildad volviendo a los estamentos del aficionado, sólo y exclusivamente por el formato, ya que Tigerland recibió una distribución que rara vez se ve en una película de estas características.
La partitura de Rabin no tiene una duración demasiado llamativa, aunque pasa de la media hora casi obligada de toda edición de Varese. Tiene momentos tan espectaculares como «Jesse´s ride» (Junto a The First Kiss el mejor tema del cd), «Train Escape», «The Hiperion Job & I was Famous» (Tema que recuerda enormemente a lo mejor de El Sexto Día) o «Brief Reunion»; incluso la «armageddoniana» «The Perfect Outlaws», una gozada para los oidos… y relajados como «Long Spring & Better Posters» (muy a lo Knopfler) y «The First Kiss», tal vez el mejor tema del disco, no sólo por su belleza sino por ser el único tema que denota cierta originalidad.
Con esto no estoy intentado que dejéis de comprar este CD, de hecho os lo pido. Si sois unos aficionados al sonido Mediaventures, no lo podéis dudar. Igualmente, si disfrutasteis con Armageddon, su compra seria cuanto menos obligada. En cambio, si no pertenecéis a este grupo, cuanto menos es una partitura divertida, muy en la línea de Spy Kids, tal vez un tanto vacía de contenido… Pero, demonios, es que no siempre vamos a tener que poblar nuestras horas de audición con obras maestras que sabemos de memoria. En la vida hay tiempo para todo y por supuesto, para ser un intrépido cowboy que masca tabaco y que se mueve bajo la música espectacular de Trevor Rabin. Y seguro que os daréis cuenta que sin quererlo, estas melodías confeccionadas por Rabin no pueden salir de vuestra cabeza. ¿Bueno o malo? Vosotros mismos.
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