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Mon garçon

(Perdido)
Laurent Perez del Mar
     
Año:   2017
Sello:   Nord-Ouest Films
Edición:   Digital
Nº Tracks:   15
Duración:   42:36
     
Ficha IMDB
Web del Compositor
 

 

Reseña por:
Fernando Fernández

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1. En route (4:03)
2. Le frisbee (3:53)
3. Mon fils (3:01)
4. Les arbres sombres (1:28)
5. Paranoia (4:12)
6. La fuite (3:04)
7. Le rocher blanc (4:05)
8. Le chasseur (3:09)
9. L’inevitable (3:39)
10. Les souvenirs (1:02)
11. L’enquete (4:51)
12. Les photos (1:16)
13. La maison (2:38)
14. Perdu (1:17)
15. Conduite nocturne (1:08)

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«En route»

 

«Le frisbee»

 

«Conduite nocturne»

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La capacidad de buscar otro sonido y estilo, por las propias necesidades que la historia necesita. Y por supuesto, el par que le ha echado para hacerlo de esta manera.

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La dureza y agresividad progresiva en la que va cayendo la banda sonora, con un tono cada vez más oscuro y dramático que nos deja sin aire para respirar.

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Los absolutamente desoladores diez minutos iniciales, una vez que escuchamos el contexto entero de la banda sonora. Terrible la comparación entre el inicio y el final de la misma. Especialmente con la humanidad y emoción que destila “Le Frisbee”, una pieza absolutamente preciosa en su melancolía.

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Nota media: 6,57

Josep Manel Blanch (8), Fernando Fernández (5), Asier G. Senarriaga (7), Óscar Giménez (5), Juan Ramón Hernández (6), Jordi Montaner (8), David Sáiz (7)

 

Cuando la dureza y la violencia se transpone en la música

Una cosa que me encanta del audiovisual, especialmente de los directores y de los compositores, es cuando tienen la oportunidad de jugar con cosas nuevas. Salirse de su estilo habitual, romper su molde más típico e intentar descubrir si tienen la capacidad y el músculo para atreverse con otras cosas. No muchas profesiones permiten eso con cierta facilidad, y además con buenos resultados en muchas ocasiones.

Eso es lo que nos vamos a encontrar con Mon garçon, el último proyecto de un director que no trabaja demasiado, pero que hasta ahora ha demostrado contar con muy buena mano y pulso para contar grandes historias. Es más, tras solo seis películas dirigidas en 16 años casi podríamos decir que es un director que se lo toma con calma. Eso sí, vaya películas: Une hirondelle a fait le printemps, Joyeux Noel, L’affaire Farewell o En Mai, fais ce qu’il te plaît. Todas ellas historias de gran formato y calado, basadas en hechos más o menos reales, históricas y con una gran factura técnica. Sin embargo en Mon garçon se permite un experimento interesante: rodar un thriller de temática y contenido bastante duro y seco, y en solo dos semanas. No solo eso, sino que además a su protagonista, su actor fetiche Guillaume Canet, no le desveló nada de la trama. La película se rodó en solo seis días y en orden cronológico, con todo el elenco de actores conociendo la trama completa, excepto los “padres” del niño desaparecido a los que cada día se les iba proporcionando la información justa.

El resultado es uno de estos thrillers modernos, rodeados de una ambientación gélida y compleja, con mucho ritmo. Pero también con una historia de fondo muy oscura, y con un desarrollo no para todos los paladares. Pero un experimento que a su director no le ha resultado nada mal. Una estupenda película con muchos paralelismos con otro título que me ha traído a la mente, por muchas razones, como es el Prisoners, de Denis Villeneuve. Donde el experimento ya no me parece que haya resultado tan interesante en su resultado es en lo referente a su banda sonora. Y eso que las películas anteriores del director cuentan con brillantes muestras de la actual música de cine, con trabajos realmente importantes de compositores como Philippe Rombi, Clint Mansell y Ennio Morricone. En esta ocasión, el elegido ha sido el (para mí) uno de los más interesantes nuevos nombres que han surgido en los últimos años en nuestro país vecino: Laurent Perez del Mar.

Solo por el nombre del compositor ya estaba más que interesado en ver qué era capaz de hacer en este género. Aunque sí que es verdad que ya ha tocado el género del thriller moderno, lo ha hecho siempre en películas y proyectos de alto contenido dramático. Más humanas y cercanas, y no tan viscerales como es Mon garçon. De ahí que su estilo melódico y con mucha clase siempre era el tono habitual de su composición.  Me parece a mí que, excepto en su trabajo para la película de acción Anti Gang, donde cierta electrónica y percusión habitual en el cine de acción de moderno hacían presencia evidente, nunca le había escuchado una banda sonora tan atmosférica y efectista como esta. Su habitual sonido orquestal y melódico no desaparece totalmente, pero sí que pasa a un tremendamente discreto segundo plano, excepto en algunas ocasiones que ahora mencionaré, totalmente cubierta de efectos, sonidos extraños, atmósferas y distorsiones.

A ver, es absolutamente comprensible por dos razones. Por un lado, si el rodaje se ha realizado en seis días, con un total de dos semanas, lo normal es que el desarrollo musical haya tenido un similar tiempo de producción. No le veo sentido a desarrollar un proyecto en este tiempo, con el correspondiente ahorro de costes de producción, y proporcionarle un mes de trabajo al desarrollo musical. Y por otro lado, la evolución de la banda sonora se adapta perfectamente a lo que necesitan las dos caras de la trama y su desarrollo. No en vano en un principio la historia parece tratar un drama familiar y personal de un padre arrepentido, para reconvertirse en una historia de búsqueda y venganza casi imparables. Y eso es lo que refleja el trabajo de la banda sonora de Perez del Mar.

El problema es que una banda sonora con ese desarrollo, y en este estilo, se hace realmente dura y complicada de disfrutar. No porque pueda ser excesivamente fría y atmosférica, que era el camino que tomaba Jóhannsson en Prisoners. Sino porque se va tornando particularmente agresiva y dura según va avanzando su desarrollo, sin que en ningún momento ofrezca un solo atisbo de resolución emocional para la historia ni para la audiencia. Y eso que la banda sonora cuenta con diez minutos iniciales espectaculares que nos pueden engañar si no vamos prevenidos. En el inicio de la historia donde, con breves pinceladas, vamos a conocer al personaje de su padre encarnado estupendamente por Canet, la música nos lleva a un mundo de un hombre torturado y arrepentido por haber dado de lado a su familia. Y una persona que no puede más que lamentarse cuando recibe el mensaje de lo ocurrido y debe acercarse a volver a encontrarse con ex-mujer y sus peores pensamientos se hacen realidad.

“En route” nos introduce en una atmósfera dramática sobre la que unas lánguidas notas de chelo, que se van a convertir en la representación de ese padre, van dando paso a una linea melódica de la orquesta. Esa línea melódica, y el desarrollo brillante del chelo, le dan a la pieza un tono triste y desgarrador, sobre el que la electrónica simplemente crea una base de suspense que no desaparece en ningún momento. Son muchas sensaciones: pérdida, prisas, avance y recuerdos. Todo entremezclado para introducirnos en esos parajes de montaña nevados y en la historia.

Pero “Le frisbee” trae al Perez del Mar que todos reconocemos. Un lánguido piano parece mantener ese tono triste inicial, pero con un tono más intimo, cercano y emocional. Chelo y cuerdas se incorporan, borrando la atmósfera electrónica, y repentinamente el piano aviva el ritmo creando una pieza realmente brillante y bonita. Con mucha carga emocional y melancólica. Tono que la atmósfera vuelve a frenar, para devolver a la triste realidad. Una auténtica preciosidad de tema que le proporciona belleza serena y profundidad a esos momentos de la historia. Un tono que vuelve a reforzar con “Mon fils”, donde el chelo empieza a coger un tono algo más gastado y distorsionado. Piano y cuerdas vuelven a proporcionarle ese carácter humano y emocionante en una parte central realmente brillante. Luego el tono vuelve de nuevo a tornarse poco a poco oscuro en la parte final, cerrando definitivamente casi todo el rastro de drama humano que ha servido de introducción a la trama y los personajes principales.

Es a partir de aquí cuando la atmósfera se adueña completamente de la banda sonora. Poco a poco la electrónica y los efectos empiezan a posicionarse al frente del tono y sonido de la partitura por encima de ese chelo o los sonidos más acústicos como podemos apreciar en “Les arbres sombres”. Y la música va adquiriendo un tono oscuro y enfermizo. De algo oculto, desagradable. Desde “Paranoia”, con esos pulsos y múltiples efectos acústicos que casi parecen sacados de una película de terror, en continuas variaciones de la orquestación, pero no así del tono a lo largo de todas las piezas. Solo ese chelo parece quedarse como único elemento que nos trae recuerdos del inicio en piezas como “La fuite”, en donde parece que el tono triste pero emocional inicial parece que pueda continuar. Pero es sólo un espejismo. “Les souvenirs” y “La maison” incluyen de nuevo el chelo y su motivo triste, pero se encuentran completamente rodeados de una electrónica que parece querer imitar el tono de esa desolada y fría montaña. Pulsos repetitivos y cortantes, claramente quieren romper cualquier desarrollo mínimamente melódico que vaya asociado a la música. Incluyendo largos momentos de atmósfera casi inaudible, Incluso la reaparición del piano en “L’enquete”, tiene un tono que no se parece en absoluto al inicial. Es aún más un refuerzo de terror al suspense y los múltiples elementos electrónicos que otra cosa.

El problema para la audiencia es que, entre medias de estos espacios más melódicos y atmosféricos, el resto de la partitura se va desarrollando de una manera mucho más agresiva y dura. Especialmente en lo referente a la utilización de la electrónica, que llega a momentos de autentico caos efectista en ocasiones. “Le rocher blanc” es pura atmósfera con amplios espacios de largos mono-tonos; “Le chasseur” añade pulsos electrónicos y múltiples efectos a dicha atmósfera, aportando mucha más tensión y dureza; con la máxima expresión en “L’inevitable”, donde su suspense inicial queda totalmente aplastado por la agresividad de las múltiples disonancias y tonos electrónicos que terminan por convertir a la pieza en un caos oscuro y horroroso que termina ahogándonos en “Les photos” o “Perdú”.

Hemos escuchado un autentico descenso a los infiernos y la locura, sin ningún atisbo de redención. “Conduite nocturne” nos devuelve a un inicio que no tienen nada que ver con la tristeza inicial. Aquí es desolación cerrada sin ninguna emoción. Perez del Mar nos ha llevado en un viaje del que no parece haber resolución. Una banda sonora a la que no le puedo negar su efectividad y ajuste a la historia, pero a la que también hay que reconocerle su dureza y complejidad a la hora de su escucha aislada. Es de aplaudir la defensa de ese final complejo, difícil al que estaba abocada la historia. Pero no por ello se echa de menos el habernos mantenido en un cierto tono de humanidad que facilitase la identificación con el protagonista. Todo es demasiado oscuro, violento. Y ese no es un sitio al que nos guste demasiado acercarnos, ni que nos acerquen. Y menos aun sin ninguna redención. Bravo, por no tener miedo a desarrollar un tono y estilo muy diferente al que nos tiene acostumbrados el compositor. Pero asumo que no será de las bandas sonoras que los aficionados destaquen en su discografía o que les permita descubrirlo.