Passengers es una de esas películas respecto a las que la crítica cinematográfica se pone de acuerdo. Para vilipendiarla, machacarla y hundirla en los abismos del celuloide más infecto. Y como ocurre en muchos de estos casos, de manera inmerecida.
Lejos de ser una buena película, el trabajo de Morten Tyldum (The Imitation Game) plantea una situación de dilema moral de manera más original de lo que su trailer hacía prever, y tiene aciertos y fallos. Entre los primeros, una adecuada y carismática pareja protagonista, Chris Pratt y Jennifer Lawrence – acompañados de un muy kubrickiano Michael Sheen, fantástico- y un potente diseño de producción. Entre los segundos, un guión deslavazado, sobre todo cuando abandona la sci-fi ligera y se mete de lleno en la comedia romántica, o en toda la parte final, muy mal resuelta. Uno no puede dejar de pensar que el filme ha tenido problemas graves de producción y montajes diversos, que se evidencian en su atropellado desenlace, que contiene uno de los WTF más destacados de los últimos tiempos: la aparición de un actor de cierto prestigio como es Andy García por espacio de no más de dos minutos, sin diálogo alguno, ni prácticamente acción -más allá de abrir una puerta y andar unos pasos boquiabierto-. Nunca sabremos lo que ha quedado en la sala de montaje…
Uno de los aciertos de la película es, por supuesto, el score de Thomas Newman que, contra todo pronóstico, este año ha conseguido colarse entre las nominadas a mejor música original en los Oscar, en una enésima nominación para Newman, como todos sabéis, hijo, hermano, primo -entre otros parentescos- de destacados compositores de música de cine, pero todavía huérfano de Oscar…
No es que la nominación sea desmerecida, porque si podemos describir el score de Passengers de alguna manera sería con la expresión «Thomas Newman Redux». Se contienen aquí todos los tics (dicho en el sentido menos negativo del término) del compositor americano: desde su vertiente más experimental a su lado más romántico/new age, como de costumbre, trabajando codo con codo con su orquestador JAC Redford y su montador musical Bill Bernstein.
El tema principal, no muy lejano del concepto aplicado por maestros como Jerry Goldsmith o Elmer Bernstein en algunos de sus filmes espaciales, pero adaptado a nuestros tiempos, se apoya en unas notas de flauta étnica emulando un trino de pájaro multiplicado por el eco, sobre una base de leve percusión, con un ritmo muy propio del compositor (lo escuchamos por primera vez en «The Starship Avalon (Main Title)» en los créditos principales, que termina con un apoteósico crescendo, y posteriormente en cortes como «50% of Light Speed», y hacia el final de «You Brought Me Back»).
Otro tema destacado es el que se aplica a la relación sentimental de los protagonistas, cuyos mejores ejemplos podemos encontrar en los cortes «Passengers», «Build a House and Live in It» y «Starlit».
En «The Sleeping Girl» encontramos uno de los momentos más destacados de la partitura, una voz femenina como de otro mundo que nos acompaña hacia tonos mucho más ominosos y agresivos, reflejo de la lucha interna del protagonista cuando debe tomar una decisión de gran importancia, que no destriparemos para los que no han visto la película.
En fin, en el recorrido que nos propone la edición discográfica a cargo de Sony Classical, encontramos al Newman más optimista («Precious Metals», «Red Giant», «Accidental Happiness» o «Sugarcoat the Galaxy», tema final, todos ellos con acentuados ritmos electrónicos muy característicos del compositor de American Beauty), al más romántico (sobre todo en el material temático que se dedica al personaje de la Lawrence, en «Aurora», con protagonismo del piano, y en sus diversas variaciones a lo largo de la partitura, destacando el bello «Spacewalk», con esas cuerdas marca de fábrica del compositor de The Shawshank Redemption hacia el final del corte), al más naif (los ritmos juguetones de «Chrysler Building», ¡parece que Wall-E vaya a comparecer en cualquier momento!) y al más agresivo (especialmente en la parte final de la película, en cortes como la segunda parte de «Crystaline», o «Zero-Gravity», «Looking for Wrong», «Unthetered», o el inicio de «You Brought Me Back»).
En definitiva, un muy buen trabajo de Thomas Newman, que seguramente quedará enterrado por la mala prensa de la cinta, masacrada sin piedad por la crítica, y que quedará, me aventuro a pronosticar, como la enésima nominación del compositor. Tan solo cabe esperar que la Academia americana reconozca en el futuro el enorme talento del compositor de joyas como Road to Perdition, Finding Nemo, Mad City o Little Women, por citar unos pocos ejemplos además de los ya comentados en la presente reseña. |
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