Into the Woods

Sondheim da cuerpo a una composición producida de manera acertada, con unos sonidos potentes, la orquesta clara y las voces limpísimas. Hasta ahí, toda la forma. El fondo, verdadero sentido de cualquier composición para imagen, pronto empieza a parecer sin matices claros, incluso irritando nuestro oído cuando, al inicio y por varias veces, el personaje de Caperucita Roja, interpretado por Lilla Crawford, aparece con su voz chillona y penetrante entonando cánticos que lejos están de crearnos una simple inquietud (“I Know Things Now”).

La obra se divide en canciones y parte instrumental. La orientación de esta producción, que acoge en su nueva aventura a varios de los personajes míticos del pasado de Disney, se queda a medio camino entre la sonoridad clásica y los musicales más actuales. Incluso en varias de sus secuencias podemos intuir referencias a obras cantadas para la gran pantalla pero que, claramente, no tienen nada que ver con este pequeño intento que nos ocupa. Los primeros apuntes nos arrastran a un sendero con otros miles de ellos a ambos lados, no sabiendo cuál coger. ¿A qué nos referimos?: el tema (o temas) principal de una banda sonora de esta tipología tiene que ser directo, sencillo, claro a oídos de los espectadores que acudan a escucharlo, sin duda mucho público infantil y otro orientado a pasar un rato agradable sin demasiadas expectativas metafísicas o esfuerzos en su visionado. Sondheim no lo consigue; es más, se ahoga en un intento de crear estos motivos y sí, aparecen, pero demasiado perdidos sin ninguno conseguir fijar atenciones y de una ligera monotonía que sorprende (“Prologue: Into the Woods”).

Las canciones mantienen una línea muy similar durante gran parte del desarrollo: poco expresivas y destacando la labor de los cantantes masculinos ligeramente por encima de los excesos que el compositor ha otorgado a las voces femeninas. Apuntar un detalle importante: los recitativos se mantienen durante instantes numerosos, perjudicando notablemente el sentido musical de la obra. La parte instrumental queda para función puramente descriptiva, apoyando secuencias e imágenes, no dando a la historia apenas matices narrativos importantes (“The Slipper  Fits”).

La parte final de la composición y el filme suben ligeramente el nivel básico del resto de metraje, afortunadamente. No varía demasiado la orientación respecto a todo lo anterior pero, no obstante, disfrutaremos con un par de canciones a coro (“Finale/ Children Will Listen” Part I y II) y la delicadeza de las cuerdas en alguna pieza instrumental. Con todo, una partitura menor dentro de la filmografía de musicales Disney, muy lejos del añorado Alan Menken y compitiendo en niveles bajos con muchas de las obras del mismo tipo que hoy día salen hasta la gran pantalla.