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Speed Racer

Speed Racer


Compositor: Giacchino, Michael
Año: 2008
Distribuidora: Varese Sarabande
Duración: 60:27

Muy Bueno
Tracklist:
  1. I Am Speed (00:37)
  2. World’s Best Autopia (01:15)
  3. Thunderhead (03:07) *
  4. Tragic Story of Rex Racer (04:49) *
  5. Vroom and Board (03:38)
  6. World’s Worst Road Rage (02:41)
  7. Racing’s In Our Blood (01:52)
  8. True Heart of Racing (04:05)
  9. Casa Cristo (04:02) *
  10. End of the First Leg (02:20)
  11. Taejo Turns Trixie (01:37)
  12. Bumper to Bumper, Rail to Rail (03:07)
  13. The Maltese Ice Cave (02:04) *
  14. Go Speed, Go! (01:24) *
  15. He Ain’t Heavy (01:45)
  16. 32 Hours (03:49)
  17. Grand Ol’ Prix (06:13) *
  18. Reboot (03:08) *
  19. Let Us Drink Milk (04:33) *
  20. Speed Racer (04:21) *

 

    * Los mejores tracks.

Dos hermanos y un productor, la historia de Andy, Larry y Joel

Cuando en noviembre del 2003, la última entrega de la Saga Matrix fue estrenada a lo largo y ancho del mundo, y el largo viaje que los Hermanos Andy y Larry Wachowski habían emprendido desde 1999 con su original e innovadora (pese a tener mil referencias) The Matrix, tocaba a su fin, la sensación de “Hemos hecho lo que queríamos hacer, vamos a tomarnos un merecido descanso” les invadió por completo, dejando a las audiencias de todo el planeta expectantes ante una nueva producción del dueto.

Porque ¿qué podrían sacarse esta vez de la chistera, tras la creación de nuevos mundos que han influido el cine posterior hasta límites tan profundos que sólo el tiempo llegará a valorar en su justa medida?. Y eso a pesar de que la gran recepción a la primera parte de Matrix a todos los niveles, no se vio acompañada por la misma respuesta de crítica y público en sus dos partes conclusivas. El mundo sin embargo, no puede negar la influencia de la trilogía en el cine actual, y eso no puede catalogarse de otra forma, sino como muy meritorio.

Lejana en el tiempo se encuentra ya la primera película de los Hermanos Wachowski, un thriller negro como boca de lobo, donde ningún personaje destacaba por su bondad, con giros inesperados, violencia, escenas sáficas explícitas y un guión de hierro. Pero lo que sobresalía sobre todo lo demás,  era la pericia visual que se intuía en este su primer film, y una puesta en escena sorprendente y llena de fuerza. Lazos Ardientes (Bound) era su título, y el proyecto que les puso de verdad en el mercado, tras su fallida entrada en Hollywood  en el 95 con el guión de la producción de Joel Silver, Asesinos (Assassins). Guión que no se les respetó en su trasvase cinematográfico, pero que sirvió para que un nombre se cruzara ya en esa época en la filmografía de ambos.

James McTeigueEl famoso productor de Arma Letal y últimamente de cine de terror de presupuesto “A” y resultados “Z”, les ofreció en bandeja de plata su oportunidad con la Trilogía  Matrix, e hizo realidad su sueño de llevar  un guión propio de V de Vendetta (novela gráfica de culto de Alan Moore) a la gran pantalla, bajo las directrices a la cabeza de la producción de su colaborador James McTeigue.

A cambio, los Hermanos, junto a McTeigue arreglaron en la medida de lo posible, el desaguisado de la versión producida por Silver de La Invasión de los Ladrones de Cuerpos, que al director alemán Oliver Hirschbiegel se le había escapado de las manos. La citada The Invasion, sólo iba a ser sin embargo, el paso intermedio a la culminación de otro sueño de los Wachowskis, la transcripción perfecta a la pantalla en imagen real de los personajes y aventuras de una serie de culto para ellos, el mundo de Mach GoGoGo, la historia de Speed Racer iba a ser contada.

La cronología de una serie que superó las barreras geográficas, la creación y orígenes de Mach Go!Go!Go!

Tatsuo YoshidaEl 23 de septiembre de 1967, una creación de Tatsuo Yoshida  bajo la producción de la compañía Tatsunoko, daba sus primeros pasos en la televisión japonesa, el fenómeno de Mach Go! Go! Go!, Speed Racer en su transcripción al inglés del título original (entre nosotros Meteoro), no hacía sino comenzar. Su protagonista, Go Mifune (en el original japonés, en homenaje al admirado actor Toshiro Mifune), un héroe de las peligrosas carreras de bólidos que mueven el interés de millones de personas a lo largo del globo, un joven nacido para correr, con la adrenalina de la conducción recorriendo sus venas, y un arraigado sentido de la familia y la importancia de ésta para encontrar el éxito. Su destino, convertirse en el mejor corredor que jamás haya visto el mundo.

La serie estaba basada en el manga del propio Yoshida, que a su vez tomaba su inspiración de lugares tan dispares como los films, “Cita en Las Vegas”, o la Saga Bond con “Goldfinger” a la cabeza, de donde tomaba por ejemplo ideas como un coche lleno de gadgets y artilugios para salvar al héroe, o un protagonista joven, dinámico y un as al volante, como Elvis Presley en la citada producción.

La música de la serie no fue ajena a este fenómeno y la fama también le llegó a su sintonía principal, obra de Nobuyoshi Koshibe, que creó una melodía perfectamente identificable, tarareable, y muy pop, que Michael Giacchino homenajea con arte a lo largo y ancho de la partitura del film.

Como señala Michael Daly, en su artículo Speed Racer –The Ultimate Anime Race-, la serie se convertía en el mejor de  todos los shows anime, sin olvidarse de la violencia, un humor sinsorgo, acción adrenalínica, y un desarrollo de personajes excelente, que conseguía imprimir las señas de identidad al show, y hacerlo refulgir por su fuerza entre todas las demás series de animación de la época.

No tardó mucho en dar el salto a los Estados Unidos, donde transmutó su nombre al actual Speed Racer, siendo definido por la crítica con apelativos como los Thunderbirds se encuentran con La Batalla de los Planetas y el Capitán Scarlett. Pero una nueva generación de jóvenes, y no tan jóvenes se vieron atrapados desde ese momento, y a lo largo de los años en sucesivas reposiciones, por la capacidad de maravillar, de emocionar y hacer que todos los niños en USA soñasen con conducir al volante del Mach 5, y ganar el Grand Ol’ Prix siendo, SPEED RACER.

Sin embargo, lo que hacía trascender el show por encima de otras series de aventuras de la época, era el trasfondo familiar, la importancia que se daba a la unión familiar por encima de todo, y el respeto a valores, que hacían que los censores norteamericanos permitieran otras licencias de la producción. Momentos oscuros, fuerte dramatismo junto a bromas de primaria, empleo de armas de fuego y explosiones, elementos no tratados en otras series infantiles, pero que consiguieron que se mantuviera en la parrilla durante años, reclutando nuevas legiones de fans cada temporada.

Este primer show permanece asimismo en los más altos estándares de la calidad si lo comparamos con posteriores versiones del mismo, como la de 1993-1994, que simplemente compró los derechos del original para infantilizar los aciertos del mismo, pero multiplicando sus defectos, y que sólo permaneció en antena 13 episodios, o la más reciente Speed Racer X (2002), de la que sólo se crearon 34 capítulos, aunque se habían presupuestado 52.

Como no, aprovechando el estreno mundial del film de los Wachowskis, una continuación, Speed Racer: The Next Generation, se está llevando a término, con los descendientes del protagonista y Trixie tomando los mandos de un nuevo y aún más si cabe, mejorado, Mach.

Speed Racer, la transcripción inmaculada al cine de una serie de culto 

La historia es sencilla, la trama fácil de seguir, los personajes unidimensionales, ¿de dónde viene entonces el éxito y la capacidad de perdurar de Speed Racer?. La respuesta puede ser obvia, pero no sencilla de conseguir, la capacidad de hacer que nos identifiquemos con las motivaciones, las inquietudes y los deseos de los protagonistas, y que sintamos como propias éstas, que creamos en la familia, y que suframos sus decepciones y nos emocionemos con sus logros. El trabajo en equipo como único medio de consolidar un núcleo, de alcanzar los objetivos y crecer como individuos.

En la familia Racer, encontramos a la cabeza al patriarca, un as de los ingenieros de motores, Lionel “Pops” Racer, su amada esposa (que curiosamente nunca es llamada en el show o en el film de otra forma sino como “Mama”), y sus dos hijos: Greg James, alias “Speed Racer”, y el pequeño Spritle (al que siempre acompaña la mascota familiar, el chimpancé Chim-Chim). “Pops”, sin embargo, tiene otro hijo, el mayor, Kenneth Rexford Racer, conocido como “Rex”.

Sin embargo, años antes del inicio de la trama, Rex Racer, convertido en uno de los mejores pilotos del circuito y con un futuro de leyenda, contraviniendo los deseos de su padre, se embarca en una de las carreras más peligrosas (y menos legales) del circuito (en la que su progenitor le prohíbe participar hasta que adquiera más experiencia), en su afán de enfrentarse a la corrupción imperante en las compañías que patrocinan el mundo de la velocidad. Un accidente de origen poco claro le verá desaparecer, impidiendo ya definitivamente la reconciliación con su padre y su proclamación como campeón del mundo en carreras de bólidos. La familia nunca volverá a saber de él.

Todos ellos son  elementos respetados en la transcripción al film. Los Hermanos Wachowski se afanan en mostrar el universo vital de los protagonistas y dejar claras sus motivaciones y su espíritu de lucha y honestidad a prueba de bombas, antes de vernos inmersos en la desaforada acción. En ocasiones, incluso, mientras nos vemos de lleno en ella (la excitante primera carrera). Una vez dispuestas las piezas, y el tablero preparado, la historia del protagonista comienza.

Michael Giacchino se enfrenta al desafío, la definición musical de la velocidad

La labor de un compositor, en casos como el que nos ocupa, con Speed Racer -La película-, tiene mucha más miga de lo que parece a simple vista. En sus manos se encuentra no sólo la labor musical, sino el dotar de consistencia, creatividad melódica, dinamismo exacerbado, y emoción a la par que comedia, a la trama y sus personajes, ser la argamasa que una todo y cierre perfectamente el círculo.

Sin embargo en este caso, se enfrenta también a un peligro que puede dejar su labor en agua de borrajas. Cuando todo es tan exagerado, tan inverosímil, tan cartoonish por llamarlo de algún modo, si la función de la música no es conferir un equilibrio, y otorgar credibilidad a la vez que excitación y palpitante dinamismo al conjunto, pero sin sobresaturar demasiado el tono, el resultado podría llevar al fracaso a todo el film. Y si este equilibrio no se logra, el castillo de naipes podría llegar a venirse abajo con inusitada prontitud.

Por ello la creación de Michael Giacchino resulta tan perfecta, porque matiza hasta el arabesco la exageraciones irreales dándoles un significado lleno de diversión y Joie de vivre, sorteando el ridículo y convirtiendo lo imposible, en magia creíble, porque catapulta al espectador a la emoción y le hace entrar en lo que está viendo y olvidarse de la física (que un coche no puede hacer lo que el Mach 5 lleva a cabo acaba importando poco), si lo visual, lo dramático, la luminosa y apabullante gama de colores en pantalla y el acompañamiento musical a todo ello alcanza una simbiosis perfecta, que consiga que sólo se perciba el todo, no una mezcla mal encolada de sus partes. Pues bien, en Speed Racer, a los 10 segundos ya estás atrapado, justamente desde el preciso instante en que el logo del protagonista llena la pantalla, y las notas del tema central made in Giacchino nos atrapan sin remedio.

Ya desde el primer track del disco oficial de Varese Sarabande, “I Am Speed”,  la presentación del héroe es ya frenética musicalmente, ofreciéndonos un sutil adelanto de lo que nos espera después. La solemnidad y nobleza del lírico “World’s Best Autopia” nos adentra en el mundo de Speed metiéndonos en su cabeza, mostrándonos sus ilusiones y su espíritu competidor, pero sobre todo, ganador.

Con “Thunderhead” nos sumergimos inmediatamente en una auténtica proeza sinfónica, acompañando una verdadera carrera del Circuito Internacional, donde descubrimos por primera vez a nuestro héroe demostrando sus dotes, a la par que jugándose la vida, por batir todos los records (¿incluidos los de su propio, y desaparecido, hermano?), y llegar a la meta como vencedor.

Giacchino emplea toda la orquesta para demostrarnos quién manda, desde el principio, una aumentada sección de cuerda, batería percusiva, timbales, sección de viento al completo, piano, celesta, coros,  todo al tiempo y a un ritmo de mil demonios, nos hacen vibrar en el asiento ante las evoluciones sobre el circuito. Los temas del protagonista, de la familia, de las carreras se suceden como descargas uno tras otro a lo largo de este intenso y soberbio track para llevarnos en volandas al mundo de Speed Racer.

El compositor se torna jazzístico de repente para narrarnos como una familia se sumió en la fatalidad “Tragic Story of Rex Racer”, pero el ritmo nunca decae, y la melodía guiada por las cuerdas recibe los acompañamientos de sutiles pinceladas de la guitarra eléctrica, el diapasón de los timbales, o la descripción musical que la flauta nos ofrece durante unos segundos, antes que el ritmo se incremente, y un intenso ostinato a los metales y la irrupción coral nos lleve a la conclusión.

Michael incluso se permite un bello vals con la melodía del tema de Speed en el juguetón y animado “Vroom and Board”, y enternecernos con el tema de la familia en el lírico y emotivo “Racing’s in our Blood”, donde es admirable como el compositor adapta el motivo pop de la serie, proporcionándole otra dimensión muy distinta, a la muy kitsch que poseía en su origen.

Para demostrar su versatilidad y variedad de registros no podemos dejar de señalar que Giacchino también supera con notable la adecuación de su música a las escenas más reposadas, donde debe incluso ser menos protagonista y hacerse por momentos invisible, acompañando a los diálogos o apoyándose en estos para hacernos llegar el sentir de una familia que lucha por no disgregarse ante los obstáculos. Ejemplos de ello encontramos en la edición discográfica, en el track “He ain’t Heavy”, donde se decanta por una vertiente dulce y reposada, llena de lirismo, de la melodía central (recordando sus scores para Lost por ejemplo),  “Taejo Turns Trixie” donde va adquiriendo intensidad en su discurrir, “True Heart of Racing”, o el inicio de “Let us Drink Milk”, como demostración final de la versatilidad de los motivos de Speed y la familia para adecuarse a todos los estados de ánimo a lo largo de la partitura de los personajes, y en este caso a la gloria y la euforia total y cuasi paroxística.

No obstante, donde encontramos el verdadero Tour de Force de la partitura y de la propia película es en la presentación musical y acompañamiento de las carreras y las escenas de acción, donde temas como “True Heart of Racing”, “Bumper to Bumper, Rail to Rail”, “The Maltese Ice Cave”, o “Go Speed, Go!”  hacen que nuestra adrenalina implosione mediante ritmos extenuantes sin obviar la melodía, totalmente retentivos, y plenos de dominio de la orquesta sinfónica al completo, pero especialmente, donde no caben sino elogios al compositor, es en los momentos culminantes de las dos carreras, en las que Speed se jugará el todo por el todo en hacer justicia, “Casa Cristo” y el “Grand Ol’ Prix”.

En el primero de ellos se pueden incluso percibir raíces hispanas en la música (la carrera está enclavada en un lugar inventado en el que se habla castellano),  desarrollándose el track entre apabullantes intervenciones de la sección de cuerda (impactantes los violines), la de viento (en especial las trompetas con sordina, con un aire Bondiano muy destacado), o las puntuales apariciones corales, pero es en el segundo donde Giacchino da todo de sí, todo lo que se había guardado para el clímax final.

La percusión nos sitúa en la tensión del momento, trompas y violines nos advierten de que esta vez los destinos del todos están en juego, Speed se enfrenta a su ser o no ser (atentos a partir de 1:03 a los ritmos porque desde ese momento no habrá tregua), los crescendos son constantes (no dejen de prestar atención a partir del 2:53), y los espectadores estaremos ya al borde del asiento. El compositor se toma unos segundos para crear expectación (2:30) y acometer  la cima de la pieza, un derroche de control y despliegue de sinfonismo arrollador, que con la irrupción de unos majestuosos coros, nos llevará al principio del final de la partitura, con el catárquico y lleno de groove  “Reboot”, que culminará con un sentido totalmente epopéyico y de culminación la composición, que se cerrará con uno de los instantes corales más poderosos de todo el año (prepárense para emocionarse aunque no quieran, desde el 2:22 hasta el impresionante colofón).

Y para cerrar con un broche final dorado el recorrido, Michael Giacchino recoge en forma de Suite y con una preeminente y deliciosa presencia coral todos los motivos que nos han acompañado durante este viaje excitante por el mundo de Speed Racer, con el regio y heráldico “Let us Drink Milk”, en un fin de fiesta repleto de belleza coral y un cuidado trabajo en la orquestación, cerrando la composición con un pimpante arreglo de la canción original de la serie de televisión, “Speed Racer”, del que su autor original, Nobuyoshi Koshibe, seguro se sentiría orgulloso.

Como señala el autor de Medal of Honor, Cloverfield o Lost entre otras, en la carpetilla del CD, para él el formar parte de este proyecto era un sueño imposible que se hizo realidad, como fan en su infancia de las aventuras de Rex, Speed, Trixie, Spritle, Chim-Chim y familia, no ha podido entregar mejor muestra de su cariño a la serie y sus personajes, que este excelente Score.

Nadie sino él es la verdadera alma de la producción, Go, Michael, Go!!!.

Lo mejor:lo inspiradísimo del trabajo, su originalidad, el Tour de Force en que se convierte la partitura, sin decaer jamás su ritmo, fuerza y contundencia, y el crescendo final glorioso formado por unos antológicos “Grand Ol’ Prix”, “Reboot” y “Let Us Drink Milk”.

Lo peor:Que una presencia continua en el filme (118 minutos de música de un total de 132) pueda saturar, pero Giacchino se libra de ello gracias a su talento y pericia. La escasa edición de Varese, que aún conteniendo todos los momentos álgidos de la obra, se deja no menos de media hora genial fuera.

El momento:Los instantes culminantes de las tres carreras protagonistas del filme, “Thunderhead”, “Casa Cristo” y los tres temas anteriormente señalados de la conclusión del film, el Grand Ol’ Prix, especialmente los últimos segundos corales de “Reboot”, de ponerte la piel de gallina.

Asier G. Senarriaga

 
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