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Munich

Munich


Compositor: Williams, John
Año: 2006
Distribuidora: Decca Classics
Duración: 62:35

Excelente
Tracklist:
  1. Munich, 1972 (02:37) *
  2. The Attack at Olympic Village (03:00) *
  3. Hatikvah (The Hope) # (02:02) *
  4. Remembering Munich (04:38) *
  5. Letter Bombs (02:48)
  6. A Prayer for Peace (03:51) *
  7. Bearing the Burden (08:11)
  8. Avner and Daphna (04:02) *
  9. The Tarmac at Munich (03:59)
  10. Avner's Theme (03:07) *
  11. Stalking Carl (04:24)
  12. Bonding (01:57) *
  13. Encounter in London and Bomb Malfunctions (03:37)
  14. Discovering Hans (02:47)
  15. The Raid in Tarifa (02:03)
  16. Thoughts of Home (04:03) *
  17. Hiding the Family (01:25) *
  18. End Credits (04:06) *

# Arreglos de John Williams para cuerda de la partitura del Himno Nacional Israelí
* Los mejores temas

Spielberg convence a Williams

Steven Spielberg es un hombre de firmes convicciones, y aparte de un gran director de cine (pese a quien pese, uno de los más grandes de la historia), tiene una fe inquebrantable en las personas con las que colabora y una gran psicología. Es por ello que al solicitarle su gran colaborador a lo largo de más de treinta años, el compositor de prácticamente la totalidad de su filmografía, John Williams, un descanso esta vez, el director se limitó a responderle: “Ok, John, te entiendo, esta siendo una año duro y largo de trabajo, y necesitas descanso, pero espera a ver lo que ya hemos montado de la película y me dices qué opinas”. Creo que no es necesario especificar cual fue un poco más tarde, la respuesta del compositor.

Una realización compleja saldada con éxito

El director lleva a cabo una labor de reconstrucción de una época, los años 70, a lo largo y ancho de toda Europa, impecable y absolutamente creíble. Nada más observar las panorámicas por París, Roma, la rápida incursión en Amsterdam, Londres, Tarifa, Líbano y la propia Munich en 1972, en ningún momento tenemos ninguna duda de que la historia tiene lugar en esas precisas localizaciones y en esa precisa época. Todo ello a pesar de haber sido rodada exclusivamente en Malta, Hungría, Nueva York para el epílogo y en estudio, lo cual hace más remarcable la hazaña.

La fotografía de Janusz Kaminski (que lleva trabajando con Spielberg desde que éste le conociera en Polonia con motivo del rodaje de La lista de Schindler) colabora de manera decisiva en esa credibilidad, con una perfecta captación de la luz, que diferencia cada uno de los lugares en los que la trama se desarrolla, y una sutil y muy difícil de conseguir gradación del color y la textura, que paulatinamente se va haciendo más árida y realista conforme la tragedia se va haciendo más y más inevitable. Sirvan de ejemplo esos flashbacks que, recordando el terrible drama de Munich, logran lo imposible, mezclando auténticos documentos visuales de aquel infausto septiembre con las escenas rodadas actualmente, consiguiendo que no diferenciemos unas de otras, sintiendo cómo las terribles punzadas de la aflicción, el dolor y la impotencia colman nuestro alma de dolor y tristeza ante lo sucedido.

Es en ese momento cuando el director deja de ser pudoroso y nos muestra con rigor y fuerza visual, sin miedo a mostrar lo que realmente pasó, algunas de las imágenes más impactantes de su carrera, unas imágenes que agreden al espectador con su dureza y verismo, pero totalmente acertadas si lo que narra el film son las consecuencias que esos terribles actos (que no podemos sino repudiar con todas nuestras fuerzas) tuvieron.

Unas consecuencias que el director narra con neutralidad ofreciendo todos los puntos de vista, obviando maniqueísmos vacíos y fáciles, para poner voz a todos los bandos aunque sea brevemente (el discurso extremado, pero coherente y lógico con su punto de vista de la situación, del terrorista palestino a Avner en Atenas, que lo hace, a pesar de lo terrible de sus actos, humano ante el espectador). Todo ello consiguiendo hacer ver lo que realmente sucedía en Europa, y por ende en el mundo en ese momento histórico, que desgraciadamente, tampoco ha cambiado tanto a pesar del paso del tiempo.

Seguimos encontrando injusticias y extremismos, y a pesar de creer en que se puede evolucionar a mejor, el género humano parece querer seguir empecinado en pretender dar dos pasos atrás, por cada uno que avanza.

El director toma partido

No obstante, sí encontramos un punto criticable y reprensible en la labor de Spielberg en esta ocasión. Se trata del momento en que el director nos muestra por fín los hechos claramente y sin tapujos, cuando decide hacerlo mediante un montaje paralelo entre los asesinatos de los atletas israelíes en el aeropuerto de Munich (mostrados como lo que son, actos injustificables, reprobables y criminales) y una escena del matrimonio de Avner y Daphna manteniendo relaciones sexuales en su casa, años más tarde, con una mezcla de pasión, amor y odio en los ojos del primero que azota al espectador por el contraste totalmente inesperado, y en este caso provocador e instigador, que adopta Spielberg mediante la edición juntas de estas dos escenas.

Es como si el director no confiara en lo que hasta ese instante había sido su paradigma, la neutralidad (al permitir que los dos bandos planteen sus posicionamientos ideológicos, sin mostrar culpables o héroes, tan sólo seres humanos con ideas diferentes), y de repente tuviera que justificar la venganza, a través del trauma de su protagonista, que no puede olvidar los actos terribles de Munich, ni en la compañía de su esposa. Eso ya había quedado claro con la gran interpretación de Eric Bana y el resto del reparto, y en esta ocasión, Spielberg toma partido por primera vez en el film, justamente donde ya no era necesario.

Con Munich, podemos concluir, nos encontramos ante una apuesta complicada y polémica, que ha dado como resultando un film complejo, valiente y arriesgado, pero ante todo, fundamentalmente neutral a pesar de esos detalles, ausente de maniqueísmos (lo que le da un mérito aún más importante) y primordialmente, hondamente humano.

John Williams se vuelve a enfrentar a un gran reto

Como señalábamos al principio del artículo, 2005 ha sido para John Williams un muy duro año de trabajo y dedicación a la composición, con tres partituras muy notables pero totalmente diferentes, como las del Episodio III de Star Wars, La guerra de los mundos y la unánimemente alabadaMemorias de una Geisha. Siempre, además, apremiado por el tiempo y los plazos de entrega, lo que da más valor a su esfuerzo, más en alguien al que ya muy pocas cosas le quedan por demostrar.

De todas maneras, siempre hay tiempo para los amigos, y Steven Spielberg, en su segundo trabajo en un año (no se veía un ritmo de producción así en megaproyectos de Hollywood desde la edad dorada del cine) logró convencerle de afrontar un nuevo proyecto, casi sin tiempo para componer, grabar y adaptar a las imágenes. Un mes y una semana parecen cosa de locos para el común de los mortales, y más si se trata de una producción de dos horas y tres cuartos como es Munich, pero John Williams lo ha hecho realidad.

La partitura, el talento de Williams, tres grandes temas y la ayuda de Lisbeth Scott

La tarea se presentaba enorme, considerando el flujo de composiciones a lo largo del año 2005, pero John Williams es de los pocos compositores, actuales y a lo largo de la historia, que a pesar de las restricciones de tiempo y la presión se crece para ofrecer lo mejor de sí mismo en toda circunstancia. Pese a llevar unos cuantos años, en los que los trabajos del compositor se resentían quizá, a pesar de su calidad, de su carencia de un aura de trascendencia que sí poseían sus obras del pasado (hay que tener en cuenta que lleva más de cuarenta años componiendo sin parar), el 2005 nos ofrecía la oportunidad de conocer cuatro trabajos, totalmente distintos entre sí, que recuperan la impronta Williams y la fuerza en sus composiciones.

Con temas memorables, culmina la hexalogía galáctica dejando un “Battle of the Heroes” para la historia. Se hunde en la trama de ciencia-ficción para crear la incidentalidad y las percusiones de la quizá incomprendida partitura de War of the Worlds, y seduce al oyente con el extasiante preciosismo continuo de Memorias de una Geisha.

Nos centraremos a partir de ahora en Munich, señalando que la manera de componer de John Williams, partiendo de uno o varios temas principales y leitmotivs, para crear el cuerpo global de la partitura, desarrollándolos luego, conformando un todo, vuelve aquí en todo su esplendor.

Munich comienza en pantalla ya desde las primeras imágenes, con un lamento a través de la voz de Lisbeth Scott, dando cuerpo a uno de los temas principales, ubicándonos en el drama inmediatamente, haciendo palpitar nuestros corazones al ver aparecer la palabra Munich, y una recreación de la ciudad olímpica ante nosotros. Esta especie de mini-obertura tiene la virtud de, sin conocer la composición musical de antemano, advertirnos de que lo que vamos a ver a continuación merece nuestra atención.

Williams crea a lo largo de la partitura dos temas principales antológicos, y un tercero, basado en el himno tradicional israelí, que él mismo se encarga de arreglar para cuerdas con suma elegancia. Nos centraremos en principio, en el que el compositor asocia a la ciudad alemana y a los infaustos hechos de aquel septiembre de 1972. Para ello colabora, como hemos señalado, la excelente voz de una Lisbeth Scott prodigiosa (que tras su colaboración en Las Crónicas de Narnia puede decir que ha estado en dos de los mejores trabajos musicales del 2005), otorgando una profundidad y un sentimiento estremecedor a su interpretación junto a la orquesta.

El tema es “Remembering Munich”, en el que tras su presentación inicial en el prólogo “Munich 1972”, la voz solista se hace protagonista para, acompañada de la orquesta en segundo término, crear una elegía sobre la tragedia visualizada en escena, con un pudor y una contención musical digna de elogio, condenando el sufrimiento y finalmente crimen de los atletas israelíes, con un recogimiento y una emoción contenida, que provocan la inadvertida presencia de las lágrimas ante la narración musical de Williams.

Sin embargo, la pieza maestra, la referencia y probable pieza de concierto a partir de esta partitura, no es otra que “A Prayer For Peace”, una oración sinfónica por la paz, compuesta a modo de adagio para cuerdas. De una belleza lírica superlativa, ofrece tributo y homenaje a las víctimas de estos tristes atentados, recordando la trascendencia histórica de la tragedia, y al igual que el “Hymn to the Fallen” de Salvar al Soldado Ryan o los solos de violín de La lista de Schindler, convertirse ya, desde ahora mismo, en la referencia de esta obra y en la voz musical de esta triste historia, para siempre. Es impresionante cómo el tema va creciendo desde una pequeña formación de violoncelos hasta la magnitud de la orquesta sinfónica, siempre con las cuerdas marcando la intensidad. Prodigioso es el solo de violín a partir del primer minuto y la entrada gloriosa posterior de los cellos, con unas tonalidades hebraicas, que Williams desarrolla con una maestría digna de todo elogio.

El tema va creciendo y variando a lo largo de la obra, funcionando como leitmotiv del personaje de Avner, mediante un precioso solo de guitarra clásica en el “Avner´s Theme” y en “Bonding” (momento en que la composición adquiere parecido con la anterior Las Cenizas de Angela, en el modo como las cuerdas ejercen el contrapunto a las notas de la guitarra), o un embriagador oboe en “Avner and Daphna”, con una variación final de la melodía que le proporciona un aura del Este de Europa, profundamente melancólica.

A partir de entonces, la creación se mueve en ambientes musicales oscuros y soterrados “Bearing the Burden”, “Encounter in London/ Bomb Malfunctions”, “The Raid in Tarifa”. Como el fuego en un lugar cerrado consume todo el aire buscando desesperado una brizna de oxígeno para sobrevivir, y encontrándola explotar con fiereza y furia, Williams nos ofrece tensión a través de una creación a base de percutante piano y electrónica, buscando esa brizna de aire, que esta vez la historia le proporciona con la culminación de los atentados en represalia, del comando de incógnito, a lo largo de toda Europa.

El compositor se vuelve entonces atonal e inquietante, acompañando los avatares del grupo y recreando la inquietud y el suspense en sus acciones (momento del primer atentado en Roma, el hitchcockiano clímax en Londres, la venganza moral en Amsterdam, los imponderables en Atenas y Tarifa) volviéndose funcional y cumplidor, pero esta vez carente de inventiva. Es quizá el único momento en que la premura de tiempo en la composición se puede atestiguar en el resultado final. Otro efecto colateral de ello es la falta de música durante algunos largos tramos de la película. Si ello fue intencionado o motivado por la citada premura es algo que ya no sabremos.

El último tema al que hacíamos referencia al principio, es también el más breve, “Hatikva (TheHope)”. Es empleado tan sólo una vez para acompañar las imágenes documentales reales, observadas a través de los monitores de televisión durante el film (en una gran labor de edición del director y su montador habitual Michael Kahn). Se trata además de un tema no original de Williams, el himno israelí, pero arreglado por el compositor para la sección de cuerda (convirtiéndose esta parte de la orquesta en la piedra angular de la composición) con un lirismo y una sensibilidad a flor de piel. Se trata de uno de los “momentos” de la partitura, sin lugar a dudas.

No seríamos justos si, además de los temas ya comentados, no hiciéramos referencia a las sucesivas variaciones sobre los mismos que el compositor nos regala. De entre ellas se nos revelan ganadoras:

  • “The Attack at Olympic Village”, de hondo dramatismo y sentimiento, con el duro lamento de las cuerdas y el empleo del címbalo y el duduk otorgándo una cualidad del Este europeo muy marcada (es reseñable un cierto parecido entre este tema y el motivo dramático de Benjamin Martin para El patriota, que Williams compusiera en el año 2000).
  • La sensación de urgencia y la intriga del motivo “Letter Bombs”, donde un percutante piano desarrolla una repetitiva y acuciante melodía, que se ve súbitamente transmutada en una cacofónica percusión, que da paso a los desgarrados violines herrmannianos en grado sumo.
  • La oscura y contemplativa “Thoughts of Home”, con el tributo que las notas de un violín en éxtasis de inspiración efectúan del tema “Remembering Munich” (esta vez sin la voz de Mrs. Scott), para una posterior entrada de los cellos y la suavidad en la interpretación a los metales de este tema, culminando de nuevo con el violín, desgarrando las últimas notas, preñadas de pesar, tristeza y, aún, esperanza.
  • Los arreglos electrónicos del motivo de los atentados y los momentos de suspense, que encontramos en el oscuro e intranquilizador “Hiding the Family”, para el momento en que Avner empieza a desconfiar de todo y de todos, una vez se instala en Brooklyn con su familia (podemos denominarlo el tema de la paranoia).
  • La suite final presente en los “End Credits”, nuevo arreglo de la oración por la paz compuesta por Williams, interpretada esta vez junto a los arreglos de cuerdas por un mágico solo al piano, implorando, o más bien anhelando, algo que todas las personas en el mundo desean en el fondo de sus corazones, pero pese a todo, tan sumamente difícil para la humanidad: LA PAZ.

Munich: una música para el trailer a la altura

No podemos finalizar esta reseña sin hacer mención de un detalle del que solamente se suele hacer referencia en este tipo de artículos en contadas ocasiones. Se trata de la promoción del film, a través de Teasers, Pre-trailers o Trailers, tiempo antes de que la partitura esté terminada del todo. Ello obliga a la utilización y adquisición de los derechos de composiciones ya existentes y que se ajusten a lo que será el futuro film, o creaciones musicales compuestas ex profeso para los citados trailers. De ahí que empiecen a proliferar los profesionales que se encargan cada vez más exclusivamente de estas lides, casos de los grupos de compositores conocidos como Inmediate Music o X-Ray Dog, cuya calidad es en muchas ocasiones comparable a la de los más grandes compositores actuales.

En el caso que nos ocupa se tomó la decisión de emplear el tema principal compuesto por los hermanos Jake y Alex Parker para la película La vida de David Gale (track 2 de este CD) . Sólo diremos que se trata de un tema portentoso (casi lo único destacable de aquella partitura) titulado “Almost Martyrs”, y que se ajusta como un guante a las imágenes, dotando los previos de Munich (e incluso a su web) de un aura de trascendencia y relevancia importantes. Si se concedieran premios a la mejor composición usada en un trailer, el premio este año podría fácilmente recaer en este tema realmente brillante y montado con exquisito gusto.

“Almost Martyrs” es una elegía para cuerdas, donde el trabajo del violín y el cello es extremadamente delicado y lírico, aumentando de intensidad hasta culminar en un crescendo ampuloso y bello, como pocas veces, digno sin exagerar del Georges Delerue más inspirado.

Denle una oportunidad, no se arrepentirán.

Lo mejor: El derroche lírico que el compositor despliega en sus tres motivos principales, mostrados en “Remembering Munich” mediante la desgarradora voz de Lisbeth Scott, hiriendo nuestra alma con su impresionante interpretación; en “Hatikva (The Hope)” con la adaptación sinfónica del Himno de Israel para cuerda; y, como no, “A Prayer for Peace”, el auténtico tema principal de la obra, un bello adagio compuesto con el corazón y el alma a un tiempo, con seguridad el mejor tema de la partitura, probablemente el mejor del año 2005. Tampoco podemos olvidar la tensión del motivo presentado en “Letter Bombs”, con un ostinato a piano realmente brillante, y las variaciones de los tres primeros, con el arreglo a guitarra del tema principal en “Avner´s Theme” y “Bonding”, como cumplida muestra del grado de inspiración con que John Williams ha llevado a cabo esta composición, su composición, y a partir del momento de escucharla por primera vez, la nuestra.

Lo peor: La aridez y dureza de los pasajes de tensión contenida, y los momentos previos a cada atentado, donde el compositor recurre al mismo tema percutante mediante el sintetizador, una y otra vez, sin apenas variaciones. Aun consiguiendo el clima de tensión requerido y cumpliendo su función en la película, su escucha aislada no es especialmente agradable, “Bearing the Burden”, “Encounter in London/ Bomb Malfunctions” o “The Raid in Tarifa” sirvan de ejemplo. La sorprendente falta de música en pasajes enteros del film, lo que no obstante, aumenta el efecto de ésta, cuando entra en acción.

El momento: La sensibilidad y la pasión con la que el compositor nos emociona y nos obliga a recapacitar en una elegíaca, lírica y pasional plegaria musical por la paz, “A Prayer for Peace”, que consigue el objetivo para el que fue compuesta, hacernos sentir en lo más profundo que la paz es el único camino posible, aunque sea también, desgraciadamente, el más difícil.

Asier G. Senarriaga

 
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