El compositor de la luz mediterránea |
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Todos sabéis de mi gusto por las rarezas y los detalles… La cosa va de armenios y del instrumento más armenio por excelencia: el duduk, una arcaica flauta de dos tubos manufacturada con madera de albaricoque (Prunus armeniaca).
¿Cuándo apareció este instrumento en un score cinematográfico por primera vez? Diría que, extraoficialmente, fue en La última tentación de Cristo (1988); aunque, oficialmente, puede que fuera en la banda sonora de Ronin (1998), a cargo de Elia Cmiral.
Se trata de un instrumento evocador de soledades al que el cine ha sacado mucho partido en la primera década del siglo XXI (me da que ahora los compositores se apuntan más al carácter intimista del violoncello).
El director Terry George juega a David Lean con una película épica y romántica, rodada al más puro estilo de los años 60, en escenarios originales, con masas de figurantes y un presupuesto de 100 millones de dólares. Todo funciona bien, salvo el guión. La historia tiene poca magia, se rige por demasiados tópicos, aunque mantiene una sobria fidelidad histórica a los hechos y circunstancias. Entre 1915 y 1917 el Imperio Otomano exterminó a más de un millón y medio de armenios, y The Promise profundiza en esa herida.
Yared, por su parte, es un compositor incómodo. Sólo dio con la horma de su zapato con el desaparecido Anthony Minghella; con los demás directores no ha conseguido nunca una fidelización tan eficaz… No tiene punto de comparación con Alexandre Desplat, capaz de guisar lo que sea, cuando sea y con quien sea. Yared sólo escucha lo que ve en la pantalla, es mucho más impresionista que expresionista.
En The Promise (y no es la primera vez que le ocurre) plantea muchas más sonoridades de las que se sucintan en el montaje del director. Resuelve problemas que sólo él detecta, sin que la realización lo advierta, decidida esta última a tapar disonancias del compositor con músicas ad hoc.
La música de Yared no discurre tanto por el terror de una de las limpiezas étnicas más pavorosas del siglo XX, sino por la justicia poética que emana de la trama romántica, del aprendiz de médico que se casa para emplear la dote en sus estudios de medicina y se enamora en Constantinopla de otra mujer.
El título, La promesa, se refiere precisamente a esa circunstancia de presunta infidelidad, y la música más intimista de Yared se recrea en el juego de seducciones y amistades que se deriva de todo ello…
George, por el contrario, no quería una música tan en el estilo de El paciente inglés como en el de la malograda Troya. En su montaje final se sirve de piezas clásicas e himnos étnicos que refuercen su ambición épica. Yared no asume este carácter épico de la tragedia humana. Como el Williams de La lista de Schindler, se refugia en un selecto bouquet de solistas armenios (violín, duduk y vocalizaciones) para transfigurar todo cariz épico en una reverberante elegía.
El poco y escasamente cimentado diálogo del guión hubiera dado lugar a silencios desconcertantes, si no fuera por el buen hacer de los actores con la expresión no verbal y el discurso subliminal de la música de Yared. El compositor libanés conoce la traducción musical de cada una de las emociones que la película evoca: miedo, atracción, piedad y, sobre todo, compromiso… Michael, el protagonista, asume su compromiso con un uniforme sonoro casi calcado al del conde Almassy en El paciente inglés. Sin decir absolutamente nada, la música desenvuelve un destino tan trágico como hermoso, romántico.
La pieza “Voyage to Constantinople” abre la banda sonora con cuerdas y vientos un poco al estilo de Barry. “Promenade” insiste en ese barrynismo por medio de un piano aterciopelado con sección de cuerda.
“Ana and Michael” es la pieza más larga del disco y en ella se deconstruye el tema de amor principal de la película a partir de vientos, cuerdas y piano, creando una serie de olas orquestadas con sólo nueve notas que envuelven la intimidad de los protagonistas y nos remiten a lo mejor de El Paciente inglés… “Labor Camp” se sirve del duduk para reflejar la penuria de los armenios condenados, mientras que “Way Home” introduce otro instrumento étnico a la colección, el salterio.
“Kach Nazar’s Dance” sirve para lucimiento del violinista armenio (de gira por España) Ara Malikian; y en “Sari Siroun Yar” canta el vocalista de System of a Down, Serj Tankian (también armenio). Por último, “The Promise” da cancha al popular y malogrado Chris Cornell cantando una oscura balada basada en el tema de amor central de la cinta.
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