1. The Atacama Desert (02:00)
2. Empanadas for Darío (01:46)
3. To the Heart of the Mountain (02:30)
4. The Collapse (04:14)
5. Buried Alive (03:46)
6. Drilling, the Sweetest Sound! (01:07)
7. Prayer – Camp Hope (02:36)
8. The Drill Misses (and Dreams Dade…) (05:39)
9. Gracias A la Vida (04:51)
10. Aiming to Miss (03:39)
11. We Are All Well in the Refuge, the 33 (03:47)
12. Always Brothers (02:22)
13. Fénix (02:32)
14. First Ascent (04:59)
15. Celebrations (03:56)
16. Family Is All We Have (03:00)
17. Al Final de Este Viaje en la Vida (Album Version) (03:24)
18. The 33 (03:44)
19. Hope Is Love (03:37)
«The Atacama Desert»
«The Collapse»
«We Are All Well in the Refuge, the 33»
«Celebrations»
«The 33»
«Hope Is Love»
La emocionante implicación que la música consigue en el espectador, el despliegue de melodías centrales, que cumpliendo extraordinariamente con el cometido de enclavar la acción en tierras chilenas, va más allá, “Celebrations”, “Drilling, The Sweetest Sound!”, “Camp Hope”, “We Are All Well in The Refuge, The 33”, “Always Brothers”, “The 33”, “Hope is Love”, llegando a lo más profundo de cada uno de nosotros, haciendo que cada contratiempo, cada esperanza renovada, cada decepción, cada triunfo, lo sintamos como si nosotros mismos fuéramos uno de los 33, la maestría de una leyenda que tragicamente ya no está con nosotros, James Horner.
Que siempre notaremos un nudo en la garganta cada vez que revisitemos esta soberbia partitura, al recordar que fue la última edición en CD, de un mito inmortal.
Cuatro. La unión en la tragedia de un heterogéneo grupo de mineros en una toma de decisión definitiva y humana, “Always Brothers”. La recepción de la nota que indica que, pese a tenerlo todo en contra, están vivos y las miradas en la gente, al saber que aún, queda esperanza, “We Are All Well In The Refuge, The 33”. El arrebatador desarrollo melódico, acompañado de la gloriosa entrada de los coros, “Celebrations”. Y la conclusión con el desenlace tras la salida de los hombres de la montaña, en el que cada instrumento llora de emoción y sentimiento cada nota, un James Horner en estado de gracia, “The 33”, una melodía para la leyenda, un homenaje a la vida magistral, el colofón más extraordinario a su última obra maestra. Gracias, para siempre…
BSOSpirit opina
Nota media:7,60
David Doncel (8), Fernando Fernández (8), Asier G. Senarriaga (10), Óscar Giménez (8), Ignacio Granda (6), Juan Ramón Hernández (7), David Martínez (9), Antonio Miranda (7), Jordi Montaner (7), David Sáiz (6)
El 5 de agosto de 2010, 32 mineros chilenos y uno de nacionalidad boliviana quedaron atrapados y aislados a 700 metros de profundidad bajo tierra en la mina San José, al norte de Chile. Herméticamente sellados, sin posibilidad de contactar con el exterior y luchando porque la esperanza de un rescate no se desvaneciera conforme las jornadas pasaban y la comida se agotaba, este grupo de hombres comunes, mineros anónimos, encontraron en sí mismos y en su unión la fuerza de voluntad suficiente para sobrevivir y aguantar el tiempo necesario hasta que se encontrara la forma de llegar hasta ellos y sacarlos de allí. Mientras, en el exterior, los esfuerzos de rescate iban fracasando uno tras otro haciendo la empresa peligrosamente cercana a un imposible, consiguiendo que la opinión pública del mundo entero contuviera el aliento ante lo que se presagiaba el peor desenlace posible.
La formación por parte de todas las familias de los mineros, del Campamento Esperanza en el exterior de la mina derrumbada y su lucha por conseguir que no se suspendieran los intentos de rescatarlos, las maniobras políticas para conseguir los materiales y las taladradoras necesarias para llegar a los 700 metros en el ángulo correcto, logró que 17 días después los hombres fueran encontrados con vida, y tras 33 días más de perforaciones, interrumpidas desgraciadamente en ocasiones por problemas con la maquinaria, uno de los tres planes, el “B”, llevado a cabo con la máquina Schramm T130, consiguió romper fondo a 623 metros de profundidad, lo suficientemente cerca de los mineros como para hacerles llegar alimento, agua potable y elementos de primera necesidad en espera de su rescate definitivo.
Rescate que sería efectuado a través de un plan de encamisado (entubamiento del ducto) que permitiría ir extrayendo a cada hombre sano y salvo de uno en uno haciéndoles ascender los 700 metros en una cápsula individual de escasos centímetros de ancho, que les llevaría hacia la superficie en trayectos eternos de unos cuarenta minutos. Y durante 33 descensos y ascensos, convertir una tragedia en una historia épica y la palpable demostración de que la fuerza del espíritu humano, puede lograrlo todo, como quedó demostrado un histórico 13 de octubre de 2010, en el que tras recurrir a la solidaridad interna, la cohesión y el respeto, 33 hombres escaparon de la cruel trampa que la montaña les tendió, y se reunieron de nuevo con sus familias que les esperaban en la superficie.
Con la directora mexicana Patricia Riggen a los mandos, y basada en la novela En la oscuridad, de Héctor Tobar, contando con un reparto notable de grandes actores y actrices, con Antonio Banderas, Juliette Binoche, Gabriel Byrne, Rodrigo Santoro, Lou Diamond Philips, Bob Gunton y James Brolin a la cabeza, a lo largo del año 2014 se llevó a la gran pantalla la narración fílmica de la historia que conmovió al mundo entero.
LOS 33
Siguiendo la narración a través de un montaje dividido entre los sucesos del exterior, las familias, el entramado político, la puesta en marcha del rescate, y el interior, asumir lo que les ha ocurrido, encontrar la fuerza para sobrevivir y organizarse para ello, con aplomo, lealtad e inteligencia, de los 33 hombres que quedaron atrapados bajo una montaña en el desierto de Atacama al norte de Chile un infausto 5 de agosto de 2010, a través de sus vicisitudes, enfrentamientos, pero también su unión y espíritu para no rendirse, y lograr, sobrevivir, el film logra que experimentemos con ellos, la historia de los 33.
Si bien la puesta en escena puede catalogarse como un tanto plana y la dirección abusa del estatismo (la cámara apenas se mueve y la historia evoluciona a través del montaje) y la estética telefílmica, incluso existiendo un contraste entre actuaciones que tienden al exceso y un leve pero patente histrionismo, aunque atenuado, porque se siente que así fue como sucedió, caso de Antonio Banderas o Juliette Binoche, en contraste con el quizá exceso de hieratismo de actuaciones como la de James Brolin, Rodrigo Santoro o Bob Gunton, el ritmo de los acontecimientos y el crescendo final de emociones, perfectamente pautadas, acompañadas y ensalzadas por la extraordinaria partitura musical de James Horner, en uno de sus tres últimos scores, nos dejan un magnífico sabor de boca a su conclusión, sintiendo al acabar el film un optimismo y unas ganas de pisar fuerte al andar, notables, ante la emoción desatada contemplando las imágenes.
Por lo tanto, no podemos por menos que señalar «misión cumplida» a los responsables, por reflejar una historia que merece ser contada, y si es con un espléndido guión como en este caso, una magnífica labor de producción para hacernos sentir en el interior de la mina y temblar ante el derrumbe como si nosotros hubiésemos estado allí, felicitar al equipo, por un trabajo bien hecho, habiendo logrado, si no un film perfecto, sí una obra fílmica de excelente acabado técnico, que implica al espectador, hace sentir y logra sus objetivos con humildad, honestidad y pasión. A veces, con eso ya es suficiente.
James Horner y una narración a la medida de la emoción
Asignar la composición de una partitura que acompañara la odisea mostrada en pantalla, pero sin perder el detalle íntimo y la implicación emocional, trasladando lo que aquellos hombres, sus familias y los trabajadores y técnicos encargados del rescate sintieron, enclavar la épica en la intimidad del sentimiento humano, era una tarea difícil si se pretendía ser honesto y huir de la manipulación del espectador, pero sin dejar de intentar ser lo más realista posible transmitiendo lo que cada personaje siente en cada instante, temor, miedo, frustración, esperanza, agotamiento, ilusión, euforia o alegría desbordada. Y ninguna otra obra, una vez comprobados los resultados, lo hubiera logrado con más perfección, integridad, belleza y lirismo, que una de las últimas creaciones que nos legó un Maestro, en mayúsculas, James Horner, un genio de la composición para el cine, que tristemente, falleció antes de ver el film estrenado mundialmente un 6 de agosto de 2015 en Chile, cinco años y un día después del hundimiento de la mina San José.
Un compositor de legendaria carrera y no menos míticas partituras, que aceptó componer la música para esta historia como tributo al sacrificio de estas personas y como homenaje a ese término que dio nombre al campamento que las familias de los mineros crearon durante los duros días en que estuvieron bajo la montaña, Esperanza.
Una esperanza que la música hace suya para llevarnos a un viaje emocional con trayecto incierto y final feliz,
una travesía en la que James Horner triunfa,
al igual que la fuerza del espíritu humano,
que su música tan bien representa.
La música de la esperanza, la composición de Los 33
Horner se decanta por estructurar su partitura en tres partes bien diferenciadas que se irán interrelacionando a lo largo de la composición, uniéndose, desuniéndose y evolucionando hasta el desenlace. Diríamos que forman el tema de la montaña, o de la naturaleza reaccionando ante el hombre, presentado en el tema inicial, “The Atacama Desert” (en el que se encuentran las tres vertientes citadas a modo de obertura), desarrollado en “To The Heart of the Mountain”, y llevado al paroxismo del suspense, la tensión y la acción en “The Collapse”, punto a partir del cual se desarrolla el tema de la hermandad entre los mineros, nacido igualmente en el primer track (a partir del segundo 19), y el de las familias que esperan angustiadas en el exterior de la mina siniestrada (a partir del 01:08), obteniendo un mayor desarrollo en “Empanadas for Darío”, donde un tapiz de sintetizador abre el camino a la guitarra clásica, que nos presenta el motivo de la familia desnudo en toda su pureza y belleza únicas.
Horner recurre a un percutante motivo de ritmo in crescendo ejecutado con yunque al que irá uniendo una gran variedad de disonancias y elementos sintéticos, reflejando el poder de la montaña, imparable, enérgico, recio, intenso, que al ser puntuado por breves pinceladas de la quena (una variedad de flauta de caña de unos 25 a 50 cm de largo, originaria de América del Sur, y especialmente de los Andes, que le proporciona un tono apropiadamente localizador a las notas, si bien con un leve tono celta al gusto del compositor), ofrece el contrapunto humano, el de las personas, los mineros, que cada día arriesgan sus vidas para llegar “To the Heart of the Mountain”.
Las cuerdas agitadas, agudas, interactúan con la percusión del yunque, voces humanas pasadas por el filtro del sintetizador, el shakuhachi (marca registrada de tantas obras de Horner), la quena, percusión amerindia, y un ritmo que va aumentando y creciendo en intensidad conforme la montaña se desplaza cerrando el paso al hombre, “The Collapse”.
Atentos a la emoción y la belleza, a la par que dureza trágica, de la melodía entre el 02:21 y el 02:44, puntuada por una percusión inmisericorde, encontrando una atmósfera etérea e hipnótica a partir del tercer minuto, sólo como respiro para el tour de force orquestal final hasta el desenlace de la escena.
Los mineros están atrapados, la fuerza de la naturaleza y las raíces atávicas de la montaña se ven representadas en los primeros segundos de “Buried Alive”, con un inquietante shakuhachi y la quena en tonalidades de lirismo exacerbado, mientras una nota alargada de gaita a la que sustituye la percusión de la montaña, y la descripción musical de la gran roca desplazada, nos ponen un nudo en la garganta conforme los mineros empiezan a ser conscientes de su situación. No hay salida, al menos ninguna que ellos puedan alcanzar por sí mismos, y la angustia empieza a hacer mella y a bloquearlos (02:50), no saben qué hacer, están paralizados, hasta que Mario (Antonio Banderas) toma una decisión mítica: no van a morir allí, no se van a rendir, NUNCA, pase lo que pase, suceda lo que suceda. Y aunque sus fuerzas flaquearían en muchos instantes, fue aquel momento quizá, la clave que les empujó a jamás cejar en su confianza, de poder escapar, huir de la montaña.
La Esperanza adquiere la representación musical más revitalizadora, optimista, llena de belleza y orgullo por las raíces propias de cada minero, en el maravilloso, si bien extremadamente breve, “Drilling, the Sweetest Sound!”, cuando las taladradoras llegan a la mina, y su labor comienza.
Las oraciones, personales y conjuntas, buscando ayuda en ese ser superior que ayude a sobrellevar la espera, el hambre, a mantener la fuerza de voluntad, la fuerza para sobrevivir, nos ofrece un hipnótico sintetizador y unas notas alargadas llenas de suspense musical, reflejo de la tristeza y el desamparo, pero que dan poco a poco paso a una emocionante representación de la Esperanza, en mayúsculas, llena de suntuosidad y puro éxtasis melódico, en “Prayer/Camp Hope”, mostrando al oyente de manera arrebatadora como el Campamento es instaurado y como las familias unidas (a pesar de pintorescos conflictos entre esposas y amantes de los mineros) esperan noticias y luchan por obtenerlas, ante unas autoridades poco propensas a ofrecer novedades.
Novedades que, positivas o negativas, se van sucediendo conforme las máquinas avanzan o fallan, o los políticos se dan cuenta de que las miradas del mundo entero están puestas en una pequeña mina, la San José, y cada decisión cuenta, implicando a unos cada vez más derrotados hombres, ya sin comida y apenas fuerzas, “The Drill Misses (and Dreams Fade…)” (la música presenta el tema de los mineros, pero esta vez casi alicaído, sin potencia, como desvanecido ante la inanición), grande James Horner, mostrando con su música el espíritu semiderrotado de unos hombres al límite.
Es el instante en que, casi por azar, se descubre la forma de llegar al hueco en que los hombres se encuentran pasada la barrera de los 700 metros de profundidad, “¿y si no pretendiéramos acertar con su localización previendo el ángulo de desviación?, ¿y si pretendiésemos fallar a posta, haciendo que la desviación nos lleve a ellos?”, “Aiming to Miss”, piano, arpa, sintetizador, guitarra clásica, percusión y cuerdas, nos llevan con un tempo lento pero constante, al descubrimiento del método correcto para alcanzar a los 33.
Unas suaves notas al arpa introducen una onírica versión con la quena del tema de los mineros, de la que no logramos discernir en principio si su talante es pesimista o positivo, hasta que la melodía explota en toda su grandeza, en el momento en que una gota de agua, seguida de muchas, muchas, muchas, muchas, muchas, muchas otras, caen sobre la faz de Mario y humedecen su cara, en la fehaciente constatación de que han logrado lo imposible, la taladradora ha llegado a ellos, y James Horner hace explotar su magia sinfónica en uno de los momentos más extraordinariamente hermosos, de un lirismo exacerbado y una belleza inigualable, de no ya todo el 2015, sino de toda la carrera de un compositor de leyenda, “We Are All Well in the Refuge, the 33”, y conforme este mensaje llega al exterior, la alegría, la celebración, y los abrazos y las miradas de agradecimiento al cielo y a ingenieros y trabajadores hacen del Campo Esperanza uno de los lugares más felices del universo, mientras la música estalla en variaciones y arabescos preciosistas totalmente exhilarantes. No se pierdan el instante, a partir del 02:08 con una flauta maravillosa, apoyada en las palmas, en el que la melodía explota con una grandeza casi sobrenatural, y contener la emoción y las lágrimas es realmente complicado para un espectador y oyente totalmente entregado. Es el primer momento Horner por antonomasia de la partitura, pero no se vayan todavía, que aún hay más.
La unión, ya como hermanos, y a pesar de los normales enfrentamientos puntuales que da la convivencia, tiene la más bella ejecución musical en “Always Brothers”, con la quena sumiéndonos en esta forzada pero ya para siempre unida pequeña comunidad, hasta que la guitarra toma el espectro sonoro por completo apoyada en súbitos estallidos del shakuhachi, y el tema de los mineros estalla con suavidad, y soberbia elegancia, para que la pequeña flauta lo cierre con sublime dulzura.
Después viene el minimalista, tenso y circular desarrollo melódico, muy Philip Glass, de “Fénix”, con el que Horner rinde tributo y entregado homenaje al espíritu humano y a su resistencia a doblegarse, culminando en unos últimos cuarenta segundos que son puro éxtasis horneriano, y de una delicadeza y belleza desgarradoras.
La tensión se palpa en cada nota, las cuerdas sirven de contrapunto a la percusión, que no cede en su ominosa advertencia de que no hay nada seguro aún, hasta que la superficie se alcance en este “First Ascent”, pero la belleza de las notas en los violines, a pesar de su aparente tristeza, nos hacen esperar lo mejor, aún conteniendo la respiración ante la reducción del tempo. Pero el tema de los mineros surge aunque levemente, como sin potencia suficiente, las fuerzas son escasas (estado de los mineros), se apaga, deja que los sintetizadores tejan una tela hipnótica de nuevo, y nos acompañen hacia la luz y la entrada de los chelos eléctricos y el regreso de la percusión, más dura e intensa esta vez con una súbita explosión de oscuridad al sinte, que se abre a un incremento de la misma cada vez más elevada y penetrante, hasta explotar y mostrarnos la llegada a la luz, y que la quena venza, haciendo orgánica de nuevo la música, olvidándonos del drama, para celebrar con desaforada alegría el triunfo del espíritu humano una vez más, y que las cuerdas nos guíen en el empeño, hasta que el tema de las familias, el tema de los mineros se fundan en una apoteósica entrada de los timbales y los coros, y la melodía nos levante del asiento en cada expresión coral, y nuestro corazón brille henchido de alegría y gozo ante el rescate, y temblemos de emoción, y Horner nos lleve en volandas a la magia, una vez más.
Atentos a partir del 01:26, y más tarde a partir del 01:56, permitan que sus ojos se humedezcan, déjense llevar por la grandeza, fúndanse en la alegría, abracen ustedes también a los 33, gracias al hechizo de un auténtico mago del pentagrama. Uno de los momentos más emocionales, emocionantes y bellos de la música de cine reciente, “Celebrations”.
Arabescos mezcla de mandolina, guitarra y sintetizador nos acompañan a la mañana siguiente y a una reconciliación, “Family Is All We Have”, con la guitarra española interpretando una última vez el tema de la familia, dando conclusión al motivo tal como “Empanadas For Darío” lo mostrara por primera vez al comienzo de la obra. Impresionante James Horner de nuevo.
Y como coda final, “The 33”, el compositor nos regala una apoteósica suite en dos partes, recogiendo los temas centrales y elevándolos a unas cotas de emoción y sortilegio melódico marca Horner, que son un puro deleite para los sentidos. Escuchar la gloriosa interpretación del tema de los mineros, en algunos instantes puntuada por el recuerdo del tema de la montaña y la percusión, esta vez, dejando constancia del triunfo, esta vez, del hombre sobre la naturaleza.
Y ello nos lleva en volandas a los títulos finales, “Hope Is Love”, donde la guitarra es de nuevo protagonista para llevar el tema de la familia a una serie de variaciones cada cual más emotiva y suntuosa, la carne de gallina a partir del 01:26, nudo en la garganta ante la belleza de la variación a partir del 02:00, momentazo Horner por antonomasia, culminando la obra con un nuevo solo cada vez más lírico, cada vez más mágico, hasta desvanecerse en un atardecer de Atacama…
Debemos señalar asimismo la presencia de dos canciones de importancia en el desarrollo de la trama a lo largo del film, se trata de la hermosísima “Gracias a la Vida”, canción popular de inspiración folclórica chilena, obra de la cantautora Violeta Parra (1917-1967), y que en Los 33 se interpreta de forma diegética en el Campamento Esperanza por parte de Cote de Pablo, y “Al Final de Este Viaje en la Vida”, por parte de Los Bunkers en los títulos de crédito finales del film. Asimismo debemos hacer referencia a un instante que no se encuentra reflejado en el CD editado por Watertower Music (desafortunadamente en CD-R, ojalá sea reeditado en un futuro en las verdaderas condiciones que esta partitura merece, en CD y con un gran libreto informativo del que carece esta edición), se trata del instante en el que los mineros se comunican por videoconferencia con sus seres queridos, y que posee una dulce melodía orquestada para pocos instrumentos y guitarra clásica, con que Horner pretende fundirse con las imágenes logrando que la música nos muestre como se sienten internamente esas familias, su alegría, su ilusión, o su angustia por la situación, sin apenas dejarse notar y sirviendo de perfecto contrapunto sonoro, a los sentimientos, algo en lo que Horner siempre fue un absoluto maestro.
Gracias Jamie, para Siempre…
James Horner falleció trágicamente un 21 de junio de 2015 al estrellarse con su propia avioneta al norte de su residencia en California, haciendo aquello que, junto a la música, más amaba: volar. Su pérdida fue dolorosa. Tomar conciencia de que ya no estaría con nosotros fue muy duro, pero tras su partida el mundo enmudeció. Por todas partes le fue rendida pleitesía. Quienes le criticaron en vida reconocieron la injusticia de muchas de sus palabras, y la carrera de un hombre entró en la leyenda eterna. Aún hoy, y no creo que nunca deje de hacerse, personas de toda raza, credo o condición se reúnen para disfrutar, comentar, regresar a su obra, y ese es el mayor homenaje que podemos darle.
Ya no tendremos la oportunidad de sentirnos expectantes ante un nuevo trabajo de James Horner, ya no podremos disfrutar por primera vez de la siguiente composición que este genio nos guarda en su baúl lleno de talento, ya no podremos asombrarnos ante una nueva creación de su mente maravillosa, ni encontrar la más novedosa representación musical de su bravo corazón, ni surcar los cielos con un nuevo concierto, pero siempre tendremos su legendaria obra para recordarle, su música como legado inmortal para que nuestras humildes vidas no sientan el frío del invierno, y sigan recibiendo el sortilegio cálido de sus extraordinarias creaciones del pasado, siempre podremos regresar al lugar en el que los sueños se hacen realidad, luchar junto a un Daikini por la libertad ante la tiranía, acompañar a Colwyn para rescatar a Lysa, valientemente ir donde ningún hombre jamás ha llegado, surcar los océanos en pos del pasado, el espacio y otros planetas en pos del futuro, revisitar la comedia, regresar al Oeste,
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