La épica de un trágico fracaso |
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Esperaba mucho de la cinta y de la música de Everest… Mi idea era la de un homenaje al relato-testimonio del periodista y montañero Jon Krakauer, rindiendo tributo y a su vez criticando el malogrado intento de clavar la bandera estadounidense en la cima del mundo, a la vez que postrándose humildemente ante la majestuosidad de una montaña de montañas: Sagarmatha (en nepalí) o Chomolunga (en tibetano), que significa «madre del universo».
Pocas referencias melocinematográficas existen sobre la cima del mundo, la región himalaya. Sólo me vienen a la memoria un documental estadounidense al que puso música Mark Isham, otro francés musicado por Bruno Coulais y un biopic de Scorsese sobre la infancia del Dalai Lama, con partitura de Philip Glass.
Kormákur, sin embargo, busca aquí algo mucho más trivial: impresionar con tomas arriesgadas y con la espectacularidad del 3D. Dario Marianelli, por su parte, tiene poca cancha en su pentagrama para la poesía o la erótica del paisaje, centrándose en la psicología del grupo, de la expedición, y en el duelo elegíaco a su frustrado propósito.
Desde «The Call» hasta «Epilogue», el tono musical planteado por Marianelli es el de un reto difícil, una misión patriótica, casi militar. Las percusiones que acompañan la melancólica voz de Melanie Pappenheim y las fúnebres cuerdas de Caroline Dale David La Page sugieren más el desembarco de unos marines expertos en suelo enemigo que la ascensión de alpinistas poco expertos a la cima del mundo.
La propia historia, el mismo argumento, acaban sepultando el tono de la historia como una avalancha pertinaz, hasta el punto que las pretensiones intimistas de temas como «A Close Shave» o «Last Words» patinan y rozan el ridículo a ojos y oídos de un espectador que, sin conocer la historia de aquella accidentada hazaña, no puede entender qué gloria aguarda a tan tamaño fracaso del alpinismo estadounidense.
Krakauer, en su novela Into Thin Air, planteaba la asfixia de una ambición desmedida. Kormákur y Marianelli rescatan sólo la fuerza de unas escenas, dejando el resto de la historia al albur de la intemperie.
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