Que Thomas Newman confiera de distinción y charme al score haciéndolo inseparable de este film, la fuerza y vigor de los pasajes de acción, los toques Bond y los cameos del tema clásico diseminados en momentos claves de la partitura, además de la variedad en la orquestación y el tratamiento temático.
Que le falta pegada, para ser un score de 007 hay que ofrecer algo más. La falta parcial del toque Bond, del que esta composición carece, a pesar de ser una buena partitura de acción. La dispersión y falta de foco, sin un tema propio que diferencie este film de cualquier otro de la saga. Y por último, que la apoteósica canción de Adele y Paul Epworth no forme parte de la composición, salvo en un único y muy breve tema.
Tres, la persecución motociclista por los tejados de Estambul en “Grand Bazaar, Istanbul” (a partir del 3:06), arreglado con excitante poderío sinfónico y percusivo por Thomas Newman, seguida del salto desde la excavadora al tren en marcha mientras la misma abre el paso a 007 para un escorzo imposible, y la subsiguiente confrontación física en el techo del ferrocarril, “The Bloody Shot” (arrebatadora aquí la presencia parcial del tema de James Bond), y finalmente, la llegada de Silva a Skyfall para cumplir definitivamente con su venganza, “She’s Mine”, con homenaje incluido al Barry de Thunderball. Vibrante, emocionante, Newman.
Gradación bondiana de la partitura dentro del universo 007: Tibia.
BSOSpirit opina
Nota media: 6,30
Ángel Aylagas (5), David Doncel (7), Fernando Fernández (7), Asier G. Senarriaga (6), Óscar Giménez (7), Ignacio Granda (6), David Martínez (6), Jordi Montaner (6), Sergio Rivas (7), David Saiz (6)
Skyfall, un regreso a los orígenes, Bond reinicia su historia
De cómo 007 cambió de compositor… por el momento
Estertores de octubre de 2011. Un grupo de compañeros de la página web nos encontrábamos en Gante para asistir en representación de BSOSpirit y el Festival Internacional de Música deCine Provincia de Córdoba, a la ceremonia de entrega de los World Soundtrack Awards del citado año. La noche anterior al concierto y la gala, tras cenar, nos encontrábamos disfrutando de una agradable velada en un pub del centro, cuando de repente, un caballero, de nombre David Arnold para más señas, entraba al local y nos saludaba jovial al reconocer al grupo, tras decidir presentarse en la ciudad para asistir al evento a ultimísima hora. Allí mismo, en la compañía del grupo de amigos entablamos una conversación, en la que nos adelantó entre otras cosas, que esta vez los productores no se habían dirigido aún a él para el proyecto. La producción ya estaba muy avanzada y tal información nos extrañó, más incluso cuando Arnold había llevado con brillantez la labor durante la última buena docena de años. Meses después se confirmaba lo inevitable. David, enfrascado en la producción musical de los Juegos Olímpicos de Londres, estaba fuera de Skyfall, y Sam Mendes, en un gesto de lealtad y elegancia que le honra, llamaba a su compositor habitual, Thomas Newman, para llevar a cabo su primera entrada en el mundo del agente con licencia para matar al servicio secreto de su majestad.
El resto es ya historia…
Thomas Newman entra en juego, damas y caballeros, rien ne va plus
Sin duda, si se nos ofrece la posibilidad de hacer una porra en la que apostar por un nuevo compositor para James Bond, tras el mítico e inigualable John Barry y la soberbia aportación de David Arnold en ni más ni menos que cinco films, pocos lo hubieran hecho al nombre que finalmente hizo saltar la banca para los Broccoli, productores de la saga, y éste no era otro que Thomas Newman.
Y es que si algo define a Newman, además del apellido familiar, que le emparenta con un grande entre los grandes, como Alfred Newman, de quien es hijo, o con estupendos compositores, como Randy o David Newman, es justamente su eclecticismo, su capacidad de innovar, de crear nuevos sonidos, de experimentar, demostrando asimismo estar sobradamente capacitado como el que más para la suntuosidad y la elegancia sinfónica del más alto calibre. Sin embargo, donde no le habíamos nunca imaginado es en un film Bond.
Sin duda, la música de acción no es algo que haya caracterizado al músico a lo largo de los años, y no era fácil ver su opción como la más obvia o adecuada, primero para el personaje y su particular y claramente definido estilo musical (su inmortal tema central y las inolvidables creaciones de John Barry definieron de una manera indeleble a 007, el género de espías y la acción Bondiana), y segundo, porque nunca se había mostrado cómodo en el género, que parecía rehuirle, salvo tímidos intentos en films recientes, aunque no totalmente adscritos al mismo, como The Adjustement Bureau o The Debt.
Si bien Newman, donde nos lleva enamorando desde hace ya más de dos décadas es en su fascinante definición musical de atmósferas y su inolvidable talento para la melodía emocional, como demuestran obras extraordinarias a lo largo de su carrera, como Fried Green Tomatoes, The War, Meet Joe Black, Oscar and Lucinda, The Shawshank Redemption, Scent of a Woman, Little Women, How to Make an American Quilt, The Horse Whisperer, The Green Mile, Finding Nemo, Wall-E, Cinderella Man o Road to Perdition, sin olvidar sus innovadores sonidos, que han creado escuela, para ya clásicas partituras como The Player, American Beauty, Unstrung Heroes, Erin Brockovich o The Lost Boys, o una revisitación al sonido de la Golden Age para The Good German (con nominación al Oscar incluida, premio para el que el compositor ha sido llamado en no pocas ocasiones, sin conseguirlo por el momento). Sin embargo, ello seguía sin convertirlo en la obvia opción para 007, hasta que Sam Mendes entró en la ecuación.
Y es que dos de las partituras citadas en el párrafo anterior, American Beauty, y Road to Perdition, junto a las colaboraciones entre ambos para Revolutionary Road, o quizá la más débil del grupo, Jarhead, conformaban y conforman de hecho una de esas colaboraciones director-compositor, en la que éstos se entienden a las mil maravillas y ensalzan gracias a ese entendimiento no sólo la calidad de los films en los que trabajan juntos, sino un importante apartado, dentro de la historia del cine.
Eso y la amistad y lealtad entre ellos, llevó a Thomas Newman a un lugar en Escocia, a visitar los Highlands y su gélidos páramos, a definir con su música el mundo de Skyfall.
Skyfall, la música de un agente doble cero caído en el cumplimiento del deber, y un pentagrama para una resurrección apoteósica
Thomas Newman se esfuerza en dotar de vigor, potencia y consistencia dramática el corpus musical de Skyfall ante todo. No obstante, hemos de señalar que falla en la consecución de una estructura temática y una evolución a lo largo de la composición, es decir, que lo que nos ofrece el compositor es perfecto para las imágenes, no podía ser menos viniendo de quien viene, y dentro de la brillantez técnica de equipo y producción de un film de estas características, pero cada nuevo tema, cada nuevo crescendo de acción, cada nuevo leitmotiv, no aporta lo necesario al conjunto, no lo hace crecer en espera de obtener una explicación en el todo último de la partitura, que la defina y la haga memorable dentro del cuerpo musical de la saga. Resumiendo, el compositor deja claro, o al menos es nuestra impresión tras la escucha en el film, que ha creado el score a pinceladas inconexas unas con otras, incapaz cada ramalazo musical de relacionarse con el precedente o con el siguiente conformando un todo, como si se hubiera, como probablemente así ha sido, compuesto para cada escena sin conocer qué vendría después o adónde se quiere ir en términos musicales. Una circunstancia, hemos de añadir, a la que la no cronológica edición de tracks del CD no sólo no ayuda sino que perjudica notablemente a la hora de entender qué clase de cohesión ha intentado lograrse, si es que en algún momento ha deseado alcanzarse.
Como partitura Bondiana, Newman, hemos de ser sinceros porque así lo sentimos, roza el fracaso. No se trata sólo de diseminar aquí y allá retazos del tema clásico, reorquestarlo y darle un toque propio, cosa que el compositor no logra con completo éxito, sino fundirse con él y adaptarse al personaje y al género. La decepción en este caso, es querer adaptar al personaje a su estilo y no al revés.
No podemos negar sin embargo la brillantez y el esfuerzo demostrado, lo cual es admirable, no nos engañemos, en ofrecernos variados momentos de acción, recurriendo a instrumentos étnicos (algo en lo que Newman es un maestro) y orquestaciones espléndidas, tensos pasajes de suspense que son todo menos aburridos, un gran tema para la femme fatale de todo film de 007, “Severine”, que tristemente no obtiene desarrollo más allá de un par de breves presencias que apenas rozan el minuto, y muy escasas en el CD, y una huida de convencionalismos, sonidos típicos, samplers facilones o texturas modernas inanes, y sí apostando por la gran orquesta y el poderío y fastuosidad sinfónica, que es precisamente, donde por fin, esta partitura triunfa sin paliativos, al no renunciar a las masas orquestales, regalándonos en algunos momentos instantes musicales de muchísimos quilates.
Es innegable, asimismo, que si la composición hubiera obtenido un tema principal diferenciador y una estructura musical a su alrededor o una evolución a lo largo de la creación, en lugar de fragmentada en piezas más o menos brillantes pero apenas relacionadas unas con otras (como si todo se dispusiera en un tablero, y se empiece por el final para ir al principio, luego al medio, otra vez al final, al primer tercio, al medio otra vez…, creo que se capta la idea), lo que culmina siendo una sucesión de escenas musicales, más o menos logradas, pero carentes de foco, hubiera podido acercarse muchísimo más a lo logrado por las obras clásicas para el agente.
Llegados a este punto y para dejar clara nuestra opinión de la obra, y siendo quien esto suscribe un absoluto enamorado del legado musical del personaje, he de señalar que, aunque Newman no se significa con una de las más brillantes partituras de la saga, ésta no carece de instantes para el recuerdo y el toque del compositor, que el buen aficionado siempre agradece.
Señalaremos a continuación un repaso a los mejores momentos de la obra, recogiendo sus respectivos audios:
Gunbarrel Newman Style
Thomas realiza su entrada a lo grande con un particular y poderoso, si bien breve, prefacio musical al mundo Bond, en dos chispazos de los metales para dar apertura a la primera misión que definirá el film y la trama, «Grand Bazaar, Istanbul«.
Lo que sigue es un alarde de música de acción con variadas percusiones étnicas y un creativo uso de la orquesta, pinceladas del tema de 007 (a partir del 3:26) y una gran fuerza, que nos conduce a un momento inolvidable dentro del film, el salto imposible a un tren en marcha desde una excavadora, “The Bloody Shot”, donde se nos regala una variación a la Newman del motivo clásico, mientras Bond se dispone a enfrentarse al villano en lo alto del ferrocarril, y mientras la velocidad y el peligro aumentan, acentuados por la adrenalínica partitura.
La acción se retoma con furia en temas como “Jellyfish” (pura música de espías de vibrante tensión), “Silhouette”, con una percusión apoteósica (en una de las mejores escenas del film, acompañando una lucha a muerte en plano fijo y contraluz, brutal la dirección de Mendes) o “Health and Safety” (el tema de acción más Newman de todo el score), o los crescendos a cuerdas y metales en dos trípticos:
* Los conformados por los temas “Granborough Road”, “Tennyson” (con un emocionante y lírico pasaje final) y “Enquiry” (de Bondiano inicio y poderoso desarrollo), durante el despliegue del plan maestro del villano, Silva, para burlar a los servicios secretos británicos y alcanzar sus brutales objetivos, con un Newman dando desaforada rienda suelta a la orquesta en dramáticos crescendos y ostinatos llenos de tensión, apoyados en una acuciante percusión y tenues recuerdos, como en una neblina, del tema de James Bond (denotando que ¿quizá éste no está en su mejor momento?),
«Granborough Road»
«Tennyson»
«Enquiry»
* Y “Kill Them First”, “Welcome to Scotland” y “She’s Mine”, donde lo atmosférico va dando sutilmente paso a la tensión soterrada y a la violencia más brutal a través de la música, estallando en los segundos finales del citado tercer tema, con una rendición/guiño a la nostalgia, a la poderosa fanfarria Bondiana que daba inicio a Thunderball, de John Barry, que junto a la explosión del tema de 007, nos lleva al enfrentamiento final.
«Welcome to Scotland»
«She’s Mine»
Una confrontación cortante, rápida, fulminante, seca, trágica, tras recorrer el páramo en “The Moors” y “DeepWater”, a través de acuciantes texturas y orquestación intrincada, con presencia destacada del bajo y las percusiones en intensidad creciente, y una neblinosa atonalidad, con un amago de fanfarria de tres notas de los metales, llena de tristeza, y desasosiego, en “Mother”, conduciéndonos al regreso a la vida de agente secreto al servicio de su majestad la Reina, con el tono étnico y exótico de “Adrenaline”.
Una curiosidad que no podemos dejar de señalar es la práctica ausencia de la extraordinaria canción (qué ganas tenía de poder decir esto de una canción Bond, tras muchos años de decepciones, con la excepción del “You Know My Name”, de Casino Royale, llevábamos muchos desencantos en este aspecto) que Adele y Paul Epworth compusieran para el film, titulada “Let the Skyfall”, y que hubiera resultado ese maravilloso tema principal que tanto echamos en falta en la creación de Newman para el film.
Como consecuencia de haber repensado la situación, tras ya encontrarse la partitura concluida, y a la presentación de la canción un tiempo después de finalizar las sesiones de grabación del score, de que tan brillante tema debía incluirse en la banda sonora orquestal del film, Mendes le pidió a Newman insertarla en el score de algún modo. Así es como ésta acabó sustituyendo al motivo inicialmente previsto, durante la llegada de Bond al Casino Acuático de Macao en góndola, a los sones de la magnífica melodía perfectamente pautada por la orquesta, en el track “Komodo Dragon” (atentos a partir del segundo 00:23, la carne de gallina).
A continuación procederemos a indicar los instantes en que el tema de James Bond original de Monty Norman, y convertido en leyenda por los arreglos de John Barry, toma el dominio del espectro sonoro, a lo largo de Skyfall:
Al ya señalado «Grand Bazaar, Istanbul» del 03:26 al 03:52 y del 04:55 al 05:00.
Siguen «Brave New World» del 00:00 al 00:26;
«Someone Usually Dies» del 02:08 al 02:27;
«The Bloody Shot» del 01:47 al 02:23;
«Granborough Road» del 02:14 al 02:29;
«Breadcrumbs», el homenaje a Goldfinger con, por fin, las míticas notas interpretadas por la guitarra eléctrica, y recurso a los bongos como contrapunto, como ya hiciera David Arnold en Casino Royale;
y el culminante y definitorio «She’s Mine» del 02:38 al 03:02 aprox.
Y cómo no, los instantes en que Thomas Newman se transforma en Barry por unos segundos, homenajeando la inmortal clase del legendario compositor,
The Barryesque Newman
«Severine» del 00:16 al 00:46;
«Komodo Dragon» del 00:52 al 01:04;
«The Chimera» del 00:07 al 00:32, por cierto, uno de los mejores momentos de toda la partitura, con su poderoso y rítmico discurrir acentuado por unos vibrantes violines y percusión sutil;
y el ya señalado «She’sMine» del 03:02 al 03:31, precediendo al tributo a Thunderball.
Por lo tanto, y como resumen, señalaremos que el esfuerzo del compositor cumple pero no apasiona, brilla pero no refulge, emociona sutilmente, pero no enamora con su vibración emotiva, lo cual sitúa la obra entre una de las notables, pero a mucha distancia de las más memorables. Esto no es totalmente negativo, pero sí creemos que supone un retroceso con respecto a los precedentes más cercanos. Newman no era quizá el más adecuado para el film, pero ello, viéndose compensado por la colaboración con un cineasta excepcional como Mendes y un compositor de un descomunal talento, como Thomas, da como resultado una partitura correcta con momentos perdurables, y otros, desgraciadamente, no tanto, o perdidos en una flagrante falta de estructura.
A una creación para un film Bond, sinceramente, hemos de pedirle en todo momento, más.
El retorno a Skyfall, y un regreso a los orígenes tal como los conocimos hace cinco décadas, Bond vuelve al hogar
«Aunque mucho sea tomado, mucho queda. Y aunque no tenemos ahora el vigor que antaño movía los cielos y la tierra, lo que somos, somos; un espíritu ecuánime de corazones heroicos, debilitados por el tiempo y el destino, pero fuerte en voluntad para combatir, buscar, encontrar y no ceder». (Lord Alfred Tennyson, recitado por M en Skyfall)
Palabras, las del ilustre poeta de la época victoriana, que definen con perfección y concisión el espíritu crepuscular, y de hondo dramatismo, que salpica éste, uno de los episodios más significativos en su definición del personaje de toda la serie, y la búsqueda de renovación continua para no anclarse en el pasado, sin renunciar a la modernidad, del Bond interpretado por Daniel Craig desde 2006, siendo consciente en todo momento, de que si no se crece, se mejora, recicla a sí mismo y se adapta a los tiempos, 007 está perdido, aunque ello suponga la renuncia a una vida de la que por primera vez tenemos un sutil vistazo,
de lo que podría haber sido, a lo que acabó siendo. No hay duda de que, como espectadores, salimos ganando. Renovarse para que nada cambie y nos volvamos a enamorar de personaje, y del universo Bondiano, como si ésta fuera, de nuevo, la primera vez…
“Será un placer, M, será un placer”
Pues si algo nos debe quedar claro, ahora más que nunca, y ante la brillantez del trabajo de Mendes, Logan, y todo un inigualable equipo técnico y artístico, es que 007 está más vivo que nunca, y que, en muy breve tiempo, menos de lo que nos imaginamos…
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