El buen estado de forma creativa de Yared. Si John Barry era especialista en la creación de paisajes musicales, Gabriel Yared es como un sastre de alta costura que diseña trajes a la medida de cada argumento, de cada secuencia o de cada escena. Poca ropa, eso sí, pero con una hechura impecable, colores y texturas mediterráneos. Para muestra, un botón. Pianos muy enchufados a Bach, voces aterciopeladas juegos de oboe con sección de cuerdas, todo marca de la casa.
Es como si en cada BSO de Yared el músico se quedara corto, como si en cada disco de Yared hubiera que llenar el espacio vacío con canciones sacadas de contexto. Sólo los cuatro primeros temas del disco son de Yared. Salvando la obligada “Miss Sarajevo” y “Od Srca”, con reminiscencias en este último caso a Goran Bregovic o Emir Kusturica, las otras siete canciones podrían representar a grupos de nombre impronunciable y a países que no acertaríamos a ubicar en el mapa dentro de un certamen de Eurovisión.
“Sables Mouvants”. El título (“Arenas movedizas”) evoca tensión. Yared se sirve aquí de dos temas en uno. Empieza con un adagieto de cuerda que tiene por base un ritmo sutil de fondo, semejante al latido de un corazón. Es el amor cautivo, prisionero, paralizado por el miedo a lo que viene, a lo que sigue. Luego el adagieto se resuelve y llega un ataque orquestal in crescendo, semejante al “Crazy Tom” de The Talented Mr. Ripley… Un engranaje psicológico perfecto, fatal.
BSOSpirit opina
Nota media: 6,62
David Doncel (8), Asier G. Senarriaga (6), Óscar Giménez (5), Ignacio Granda (7), David Martínez (7), Jordi Montaner (8), David Saiz (6), Jordi Vázquez (6)
Sorprende que la hija del cowboy de medianocheJon Voight, la señora Pitt en persona, la sex-symbol transgeneracional Angelina Jolie, se estrene como guionista y como realizadora con un film bélico. Son contadas las películas de guerra que prescinden de la épica para presentarnos algo crudo, cruel y real, y es que no hay nada más real que una guerra.
Sorprende que la Jolie se sumerja en una historia de amor en tiempos de cólera sin ninguna novela de referencia y sin ninguna otra película que marque la pauta. De forma muy personal, correcta (que no sobresaliente), explica una historia dentro de un episodio bélico que duró poco más de tres años y causó cerca de 100.000 víctimas entre civiles y militares, además de casi dos millones de desplazados.
Sorprende que, en el verano de 1992, todo el mundo anduviera de vacaciones con la atención puesta en las retransmisiones deportivas de los Juegos Olímpicos de Barcelona, mientras que en Sarajevo, una ciudad que llevaba dos años sitiada por el ejército bosnio, fallecía una media de 100 personas al día por efecto de minas, bombas y francotiradores.
Sorprende que las denuncias de fosas comunes, actos de tortura y limpieza étnica fueran calificadas entonces de exageraciones y el mundo mirara a otra parte.
En tierra de sangre y miel retrata a un policia serbio, Danijel (Goran Costic), que se enamora de una modelo musulmana, Ajla (Zana Marjanovic). La guerra estalla y ambos amantes quedan proyectados a ambos extremos del conflicto. La película se recrea en el sufrimiento infernal de esta relación destinada a morir por asfixia y, por esta vía, retrata una guerra civil. Pasaron los años, luego todo cambió. Jolie no explica cómo, pero evoca por qué.
Miss Sarajevo
El quinto corte del disco es la pista: “Miss Sarajevo”. Se hace difícil pensar cómo Jolie “se inventó” una historia tan real, tan llena de humanidad, que parece sacada de la nada y que no lo está. La realizadora emplea la canción “Miss Sarajevo” como detonante, puesto que fue un detonante real del cambio. Se trata de una canción que tiene por lo menos 20 años y que corresponde al álbum Original Soundtracks 1 de Passengers (U2 + Brian Eno), una canción que compuso Bono para un documental de Bill Carter (Missing Sarajevo), que grabaron U2 con Eno, el arreglista y orquestador Marius DeVries y el desaparecido tenor Lucciano Pavarotti y que, a su vez, remite a una bonita historia.
La protagonista de la historia, Ajla, se inspira en la protagonista del documental de Carter, Inela Nogic. Se trata de una joven musulmana del barrio sarajevita de Dobrinja, conocido como “Pequeña Hiroshima” por el nivel de destrucción alcanzado duyrante la guerra, que se presentó al concurso de Miss Sarajevo animada por su madre. El certamen, en realidad, no pretendía entronar a una reina de la belleza, sino llamar la atención de los medios de comunicación internacionales sobre el drama de aquella ciudad. Los organizadores hicieron posar a todas las candidatas al premio, con Inela Nogic al frente, ante las cámaras extranjeras y bajo un enorme cartel en el que se leía “DON’T LET THEM KILL US” (no permitáis que nos maten).
Carter grabó aquellas imágenes y decidió montar con ellas un documental para cuya música pidió un tema a Bono…
En el concierto que U2 realizó, dentro de su gira mundial ZOOTV, en la ciudad italiana de Módena, Bono presentó el documental de Carter por entero y obligó al mundo a reaccionar frente a aquellas imágenes.
El destino fue algo más discreto con Inela Nogic que con la protagonista de En tierra de sangre y miel. Nogic pudo exiliarse a Francia y trabajar allí como modelo.
Campeón de las emociones
La música ya apasionaba de niño a Gabriel Yared. En Beirut, a los siete años tocaba el acordeón y quería más. Aprendió a tocar el piano, pero su profesor no le auguró ningún futuro como solista. Yared, por el contrario, insistía en aprender música, empaparse de música… En la biblioteca del colegio de los jesuitas en el que estudiaba, el músico libanés aprendió a leer y a escribir música por su cuenta, leyendo las obras completas de Bach, Schumann y otros clásicos, componiendo un primer vals para piano.
En 1969 aterrizó en París y aprendió composición con Henri Dutilleux. Dos años más tarde, alegando que iba a visitar a un tío, viajó a un país en plena efervescencia musical: Brasil. Allí formó una pequeña orquesta y ganó varios premios componiendo y arreglando temas para cantantes solistas. Charles Aznavour, Françoise Hardy o la italiana Mina impusieron su regreso a Europa y, de vuelta a Francia, siguió arreglando canciones, y componiendo temas para anuncios y para algunas películas. Pero fue un director inglés, el fallecido Anthony Minghella, quien catapultó a Yared hacia la galaxia de los grandes compositores de cine con un Oscar y varias nominaciones bajo el brazo. A él, a Minghella, dedicó Yared recientemente el poema sinfónico Eternity, basado en un texto de Emily Dickinson, interpretado por la Orquesta Filarmónica de Radio France y dirigido por Pablo Heras-Casado. De obligada escucha (www.gabrielyared.com), esta pieza resume todas las características de sus partituras para el cine. Yared trabaja siempre sobre las emociones. Los títulos de sus temas: “Cuando muere el amor”, “Hacia lo desconocido”, “La pérdida”… Tienen un calado hondo, íntimo. Es una música para escuchar solo, que no sólo para escuchar.
https://www.youtube.com/watch?v=yQaSUEWtvmk
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