Música para amantes incomprendidos |
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El dandy de Cracovia Abel Korzeniowski es un compositor polaco afincado en Los Ángeles muy en la línea del oscarizado Jan A.P: Kaczmarek. Con dos nominaciones de los Globos de Oro por sus dos partituras para A Single Man y W.E., este músico natural de Cracovia acomete, como Kaczmarek, un solo encargo cada dos o tres años y enmarca su estilo melocinematográfico muy cerca del minimalismo de Glass o de Nyman. Discípulo de Krzysztof Penderecki, inició su carrera como violoncelista y triunfó en la pasada década como solista clásico en giras por Polonia, Alemania, Eslovaquia, Moldavia, Ucrania y Bielorrusia. En su faceta como compositor, Korzeniowski empezó con partituras para obras de teatro y cortometrajes. En el 2004 acometió con éxito el encargo de poner música a Metropolis (1927), el clásico de Fritz Lang.
Un examen paralelo de sus dos trabajos para las operas primas de Tom Ford y Madonna, respectivamente, da con pocas variaciones. W.E. tiene mucho de A Single Man, a la que supera con una producción más generosa, una ingeniería de grabación más sofisticada (en los famosos estudios londinenses de Abbey Road) y la incorporación de instrumentos no orquestales como el bajo eléctrico o la caja de ritmos, un poco en el estilo del Desplat de hace diez años.
Se conoce que Kornezowski tiene la suerte (o la habilidad a la hora de escoger con quien trabaja) de asegurarse toda suerte de recursos para su empeño. De lo que más se beneficia W.E., tanto la opelícula como la banda sonora, es de una producción en forma de cheque en blanco.
Como una virgen Para éste su estreno en el mundo de la realización cinematográfica (cuenta ya la cantante norteamericana con una limitada experiencia en labores de interpretación), Madonna se ha asegurado el tanto liofilizando la oscura historia de Eduardo VIII, Duque de Windsor, y presentándola a modo de recreación romántica por partida doble: Wallis (W.) y Edward (E.) son reverenciados en tiempo presente por Wally (la otra W.) y Evgeni (el otro E.) a modo de dos amantes incomprendidos, atrapados en una historia romántica de esas que tanto daño han hecho a las amas de casa inglesas durante 30 o 40 años…
Hagen Bogdanski redime con su luminosa fotografía la intimidad de los amantes del siglo; Abbie Cornish, Oscar Isaac, James d’Arcy y Andrea Riseborough realizan un posado perfecto, más que una actuación, al servicio de un guión enebrado por la misma Madonna y por Alek Keshishian. Nada se insinúa del talante nazi que tanto el duque como la duquesa fueron exhibiendo en sus reuniones sociales por todo el mundo, al extremo que Winston Churchill llegó a creer que Edward espiaba a los ingleses por encargo de Hitler…
Madonna retrata sólo una historia de amor convertida en leyenda del siglo XX o, como recalca la cantante, en cuadro, “obra de arte indestructible”.
Una música eficaz Si las emociones en el cine siempre van de la mano de la música, el compositor polaco tenía aquí el canto rodado. Teniendo en cuenta su función, su efecto en el espectador, W.E. recuerda más vagamente a The Piano que a al mismísimo A Single Man.
Rodada en París, Londres y Nueva York con vestuarios y dirección artística impecable, la textura brillante de la película se habría vuelto decadente con guiños de época a los años 30 de Gilbert & Sullivan, Irving Berlin o Scott Joplin. Korzeniowski subre el tono emotivo para esta partitura a la escala de The Piano, una historia de amor narrada desde el silencio de la protagonista, que en W.E. se convierte en aislamiento de los dos protagonistas frente al fragor de la batalla (o la “paz” que reinó entre burgueses y aristócratas desde el crack del 29 al inicio de la segunda guerra mundial).
La base, como en The Piano y también como en A Single Man, es un cuarteto de cuerda con Julian Leaper, Thomas Bowes, Vicci Wardman (violines) y Anthony Pleeth (violoncello) acompañado por Simon Chamberlain y Michael A. Lang al piano. Para dar más profundidad a los temas, la música de Korzeniowski para W.E. se hace acompañar de una orquesta de 60 músicos dirigida por Terry Davies.
El argumento es simple, una historia de amor a dos bandas, el equivalente a un canon en el lenguaje musical: Por un lado, Eduardo VIII (James D’Arcy), abdica (en realidad le obligaron a abdicar) para así casarse con la millonaria americana Wallis Simpson (Andrea Riseborough), quien a su vez ya se había divorciado en varias ocasiones. Por el otro lado, Wally (Abbie Cornish) es una mujer casada fascinada con los avatares de la tal Simpson y que conoce accidentalmente a un guardia de seguridad de origen ruso, llamado Evgeni (Oscar Isaac), en el transcurso de una subasta. Dos historias de amor prohibidas, desafiantes, demandando una música relajante y envolvente, bella.
En su página (www.abelkorzeniowski.com), Korzeniowski explica que planteó la partitura como un juego de obsesiones, una hipoteca de destinos por las siempre azarosas reglas del amor. “Mi música ahonda en el conflicto de las emociones.”
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